Las expresiones desacertadas y desubicadas –lastimosamente cada vez más frecuentes– del presidente Horacio Cartes, sobre todo cuando se trata de un discurso improvisado, sin papeles o el famoso telepronter, revelan mucho de lo que es el presidente en la soledad de su cuarto. Responder fría e irrespetuosamente sobre el fallecido durante un cierre de ruta en Canindeyú; acusar de forma ligera y sin argumentos, o adherirse a la “fecha feliz” del cumpleaños del ex dictador Alfredo Stroessner, en tono de broma y sin considerar la historia de dolor y muerte que encierra su figura para miles de paraguayos, exponen a la luz rasgos lamentables y preocupantes del mandatario.
Soberbia, irresponsabilidad, falta de sensibilidad ante las necesidades de la población, sobre todo de aquella que no comulga con el Partido Colorado; incapacidad para el diálogo, desfachatez, son todos aspectos que surgen a partir de estas declaraciones poco felices y dañinas.
Más allá de que estamos en tiempo electoral, y que en campaña política “todo vale”, la investidura presidencial exige de Horacio Cartes moderación, palabras conciliadoras e inteligentes, respuestas honestas y coherentes. Se trata del máximo cargo político y, por tanto, pretende que quien lo ocupa se ciña al respeto, desechando la vulgaridad y el discurso prebendario, mediocre y sin altura.
Y no hablamos solo de “cuidar una imagen” o de criticar los “sincericidios” –como si ser sincero fuera siempre un acto de suicidio–, sino de entender que las palabras tienen su peso y valor, y que ellas reflejan en gran medida lo que somos. Por tanto, no se trata de disimular las miserias e incapacidades, sino de enfrentarlas para mejorar. Y allí está el gran problema o el gran desafío para el mandatario y sus asesores. En la verdadera política no se busca ocultar lo que se es, sino asumir con espíritu de autocrítica lo que es necesario cambiar.
Es conocida la fama de soberbia del presidente, según allegados y periodistas del entorno; característica que le impide escuchar las sugerencias y recomendaciones; una situación que no puede continuar. Horacio Cartes debe entender que las palabras son algo serio, y que una basta para desencadenar conflictos o construir la paz; abrir heridas o sanarlas, levantar muros o promover la unidad. A él le toca decidir si con ellas buscará ganarse el respeto o convertirse en permanente burla de los medios nacionales e internacionales.