Las elecciones que se realizarán mañana en el PLRA encuentran a este partido político tradicional en uno de sus momentos de mayor fragilidad institucional.
Sin poder superar sus rivalidades internas para consensuar un proyecto de real búsqueda de poder en el país, sus afiliados acudirán a las urnas a elegir a sus conductores de los próximos años.
En la última etapa de la dictadura –luego de un lapso de idas y venidas en el coqueteo con el régimen autoritario–, el partido de Taboada, Alón y Eligio Ayala adquirió un franco perfil opositor que le granjeó respeto a nivel local y reconocimiento a nivel internacional.
A la caída del régimen despótico, el PLRA parecía ser la opción natural para dejar de lado a los cómplices del atraso y la intolerancia, constituyéndose en una opción de cambio en la nueva etapa de la República.
Sin vocación de poder, con líderes que se contentaron con ser segundones solo interesados en sus tajadas particulares y no a apostar por la superación de los antiguos males de los partidos tradicionales, sin embargo, pronto se desdibujó de la escena política. Sin perfil opositor, se entendió que eran colorados vestidos de azul. Y nada más.
Con Fernando Lugo a la cabeza en la chapa opositora del 2008, se resignaron con la vicepresidencia. Y tras el juicio político al ex obispo, en el año que le tocó gobernar, no mostró al electorado nada que no fuera ya conocido a través de los gobiernos de la Asociación Nacional Republicana (ANR).
Hoy, el PLRA carece de líderes respetados, consolidados y con proyectos de futuro sólidos. Su lucha es más para ocupar lugares que den acceso a privilegios antes que a construir una opción de respuestas a las necesidades del Paraguay en el mundo globalizado de comienzos del siglo XXI.
Divididos en dos grupos que, con matices, aliados con el poder de turno o intentando asumir un rol crítico para el que no muestran demasiadas convicciones, a partir de mañana el PLRA estará ante la disyuntiva de ser más de lo mismo o instalar una nueva manera de encarar la puja por el poder político con miras al 2018.
Con la pérdida del ejercicio de ser opositores, sin timoneles carismáticos y animados por el afán de precautelar sus intereses sin importar el descrédito ante el electorado, los que resultaren ganadores en las urnas tendrán ante sí un arduo camino por recorrer.
Esa senda les podrá llevar al Palacio de López o conducir a un mayor debilitamiento que no puede excluir la posibilidad de que su papel en la política paraguaya sea cada vez más irrelevante.