Un gobernante, como un principio elemental de su discurso político, tendría que tener la clara conciencia de que fue elegido para trabajar por el mayor bienestar de todos los ciudadanos. Y que ello apunta a llevar a cabo nuevos proyectos y a modificar las situaciones de hecho que han constituido abusos de poder y carga innecesaria para el erario público.
Ya harto sabido y repetido es que los gobiernos anteriores –con mayor o menor descaro– han reiterado el libreto clientelista heredado de la dictadura stronista, contratando a correligionarios, amigos y amigos de amigos, con el criterio de que el Estado es un inmenso aparato capaz de pagar sueldos incluso a los planilleros o los que solo recorren los pasillos de las oficinas públicas.
Cuando el presidente insiste en lo que es de dominio general, revela que no tiene nada para ofrecer a la ciudadanía en materia de cambios en la contratación de personal. El país quiere saber la cantidad de funcionarios innecesarios, contratados por prebendarismo, que quedaron fuera de las nóminas salariales durante sus 1.100 días de gestión gubernamental.
Del tema no puede hablar mucho porque los 1.000 empleados públicos que dejó cesantes, según datos oficiales, no son nada comparados con los 81.000 que entraron durante los gobiernos de Nicanor Duarte Frutos y Fernando Lugo, sin contar los que lo hicieron en el breve mandato presidencial de Federico Franco.
Es más: cada tanto, las informaciones periodísticas reportan que su administración sigue contratando funcionarios que solo abultan la cantidad de desembolso mensual del Ministerio de Hacienda, sin que aporten nada valioso para la República. Lo más escandaloso ha sido, últimamente, la contratación de un ex comandante de la Policía Nacional en Itaipú a cambio del voto favorable de su hermano en el Senado.
A partir de ahora, a Cartes le sobran solo dos años de gestión. Con el tema de la modificación constitucional, las campañas políticas con miras a las elecciones generales del 2018 y otros aspectos apremiantes, habrá que ver aún cuál es su actitud con respecto a la contratación de personal proveniente del clientelismo.
Si quiere enviar un gesto positivo al electorado, lo que tiene que informar es qué se hace concretamente para racionalizar los recursos humanos del Estado y cuántos son los que ya no cobran para que los fondos que dejan puedan ser destinados a salud, educación, vivienda y obras públicas.
Con vacuos discursos y estériles acusaciones, el país no irá adelante. Sí lo hará cuando su presidente tenga el coraje suficiente de mirar hacia adelante y corregir los excesos de los que se aprovecharon de su poder para perjudicar a la mayoría. Ese será el día en que las encuestas le darán su voto de confianza.