25 abr. 2024

“El narcotráfico está infiltrado hoy en lugares de las decisiones públicas”

En el pasado, el narcotráfico esponsoreaba a quienes iban a ocupar los cargos. Hoy, se presentan para los cargos. Cartes está rodeado de stronistas subescolarizados. Stroessner tenía cierto elenco brillante; a Cartes le quedó la resaca.

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Nicanor Duarte Frutos. Foto: José Molinas.

Por Susana Oviedo y Carmen Domínguez

soviedo@uhora.com.py

De embajador del gobierno de Horacio Cartes en la Argentina, cargo que ocupó dos años, a un ácido crítico de la gestión de la actual administración del Estado, Nicanor Duarte Frutos no puede sustraerse de analizar la situación del país y, sobre todo, la actuación del primer mandatario al que ve como el empresario, “cuya gran utopía es que el Paraguay sea propiedad de sus empresas”. Por eso se rodeó de gerentes “voraces y absolutamente inoperantes” para la gestión pública, dice. El ex jefe de Estado (2003-2008) no se guarda adjetivos en esta entrevista y vaticina que el cartismo “está en retirada” y que el narcotráfico es la explicación por la que no hay resultados con respecto al combate al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).

–Ahora que le toca recorrer el país, ¿qué tantos vestigios de la narcopolítica puede constatar?

–Yo creo que los elementos del narcotráfico están infiltrados hoy en lugares muy importantes de las decisiones públicas. En el pasado, en el Paraguay, estos sectores esponsoreaban a quienes iban a ocupar los cargos de representación política. Hoy, son ellos directamente los que han preferido eliminar la intermediación y presentarse directamente a los cargos de representación o a disputar los cargos públicos más importantes.

–¿Qué sucede en el Norte del país?

–Y creo que en estos momentos hay una guerra de carteles en nuestro país. En estos días, un hombre vinculado a los servicios de inteligencia me comentaba que en el Norte había cinco carteles que operaban fuertemente y que la lucha es por eliminar a cuatro, para que solo uno domine esa parte del país, con gente muy poderosa vinculada a los grupos de poder. Y esto es muy peligroso para la República y para las futuras generaciones.

–¿Y qué pasa con el EPP?

–El EPP no reivindicó hasta ahora la masacre de Arroyito. En todos los hechos que ellos protagonizaron siempre quedaban panfletos o reivindicaban posteriormente. ¿Qué está pasando en el Norte? Hace casi 30 días que ocurrió el asesinato de los ocho soldados; el Gobierno no informó de ninguna investigación, no removió a ningún funcionario responsable, como si fuera que no pasó nada. Hasta podríamos esperar que mañana plantee la condecoración del ministro Francisco De Vargas y del comandante de las Fuerzas Militares.

–¿Y el papel de la Fuerza de Tarea Conjunta?

–La Fuerza de Tarea Conjunta está atravesada por una corrupción que crece cada día. Y como decían el gobernador, el intendente y la Iglesia de Concepción, no es vista como una fuerza aliada y protectora por el pueblo, sino como represora porque atropella viviendas de familias humildes, y mata, inclusive. Y para justificarse tiene que capturar a abigeos, a supuestos fusileros, mientras el núcleo duro del EPP está intacto, con 70 millones de dólares invertidos en tres años. Durante nuestro gobierno, sin ley especial, sin presupuesto especial, sin FTC hemos capturado a elementos del primer y segundo anillos del EPP, en el marco de la ley, respetando las garantías constitucionales.

–¿Por qué cree que el ministro del Interior, Francisco De Vargas, es tan inamovible, pese a todas las críticas que hay contra su gestión?

–Sucede que al presidente le dicen: “Tenés que ser como Stroessner”, cuyos ministros duraban en el cargo diez años. Y un ministro que quería salvarse, lo primero que hacía era filtrar a la prensa que lo iban a sacar. Entonces, como el dictador era omnipotente, omnisciente, si se publicaba antes, terminaba manteniéndolo. El dictador, además de ignorante, es necio, generalmente. Cartes está rodeado de stronistas subescolarizados. Stroessner tenía cierto elenco brillante, pero a Cartes le quedó la resaca.

Stroessner no le sacaba a sus ministros por presión de la prensa. “Vos tenés que ser como Stroessner”, le dicen a Cartes. Cuánto más ataques y críticas hacia un ministro, debe mantener a estos, no importa si el Paraguay se esté incendiando.

–¿Entonces por necedad mantiene a De Vargas?

–Sí, ¿no se dan cuenta de que (Cartes) se quiere parecer a Stroessner? Él no entiende que estamos viviendo en el siglo XXI, en el mundo de la globalización económica, electrónica, de las redes sociales. Él cree que estamos aún en la época de la Guerra Fría. Por lo visto, nadie le comentó que la Unión Soviética se derrumbó en 1989 y que ahora vivimos en un mundo multipolar.

–¿Quiénes son los interlocutores del presidente Cartes, a criterio suyo?

–Bueno, no son los partidos, no son los sindicatos, no son las juventudes partidarias. No son los líderes de los centros estudiantiles. A Cartes le interesa el Partido (Colorado) solo para llevar gente, bajo presión, a un acto o para los votos en día eleccionario. Sus interlocutores son las Cámaras empresariales.

Cuando el presidente habla, ¿quiénes salen a legitimarlo? La Unión Industrial, la Feprinco, la Asociación Rural. Evidentemente que este es un gobierno que trabaja para los empresarios, para los grupos económicos dominantes, y no para los sectores populares.

Por eso es que tiene 85% de rechazo.

–¿Cuál es la motivación que tiene Cartes para pensar incluso en una reelección?

–Resulta que él cree que la empresa y el Estado son territorios equivalentes. Pero una empresa trabaja para los accionistas, para los dueños; tiene un interés particular. El Estado lo hace para el bienestar general y aquí no hay patrones. Ni el presidente ni los ministros son patrones, son servidores pagados por el Estado. Cartes pretende aplicar la lógica patronal en el Estado, por eso fracasa en todo su intento de construcción política. En tres años no puede cambiar tres ministros de la Corte; no puede construir acuerdo para una enmienda, menos aún para una reforma constitucional. Tiene un problema serio con la seguridad interna del país, porque no dialoga, no busca consensos.

–¿Entonces?

–Para él toda construcción política o toda construcción del poder pasa, no por buscar un horizonte común, de objetivos de mediano y largo plazos para el país, sino sencillamente por la transacción económica. Y el dinero te sirve hasta cierto punto.

–¿Puede cambiar esa concepción del poder y de la política en los dos años restantes de su mandato?

–Un presidente que no puede mostrar en tres años sus obras y eficiencia, difícilmente lo hará en lo que resta de su mandato. Cartes pudo haber sido un buen historiador, porque hasta ahora se pasa tratando de explicar y encontrar en el pasado su ineficiencia y la inoperancia de su Gabinete que, para mí, es probablemente el más deficiente en la historia de la transición. A un presidente se lo elige para solucionar los problemas, no para contar historia.

–Pero el cartismo es una corriente nueva, su apuesta fue por un grupo más técnico que político, según habían dicho.

–El cartismo, en realidad, es la ilusión de un gobierno depurado de todo discurso político. El problema es que ante el mínimo conflicto social se ven obligados a hacer uso de un lenguaje político.

Como sus cuadros no tienen ninguna formación en ese ámbito, no les queda más remedio que recurrir a la retórica más nefasta del stronismo. Quienes se han jactado de ser la nueva política –porque Cartes habla en estos términos al decir que ellos representan la nueva política–, sin embargo, se aferran a un discurso de la Guerra Fría. Su entorno, sus ministros y sus asesores son incapaces de trascender el vocabulario político de los años 70 y 80.

El sueño de Cartes es revivir la trilogía: Partido, Estado y Fuerzas Armadas. Solo que en vez del Partido Colorado quien va a ocupar ese lugar es el Grupo Cartes. O sea, la trilogía del cartismo, como su sueño utópico neostronista es Empresa, Estado y FFAA.

–¿Y con esa trilogía se proyecta a una reelección?

–Yo creo que la sociedad paraguaya va a defender la libertad que se ha logrado en el país sobre el dolor, la muerte, la tortura y el exilio de muchos compatriotas. Y, especialmente, los jóvenes no van a renunciar y, mucho menos, permanecer indiferentes ante un modelo que evidentemente pretende criminalizar las ideas contrarias al oficialismo, las luchas sociales, desarticular sindicatos, atacar a los docentes, apresar a jóvenes que luchan por una mejor universidad pública.

–¿Pero existe suficiente fuerza para contrarrestar al cartismo?

–Para mí el cartismo está en retirada. Está en su paso final. Aun cuando la oposición interna partidaria es débil. Aun cuando sectores de los partidos de la oposición tampoco desarrollan una discursividad y pongan permanentemente en cuestión el orden político económico y social de este Gobierno. Creo que hay una sociedad civil que ha despertado.

Creo que hay un sector importante del coloradismo, del Partido Liberal, de los movimientos sociales que van a evitar cualquier intento de retroceso, de regresionismo a épocas nefastas y superadas.

–¿Qué opina sobre la situación de la libertad de prensa en estos momentos, con la familia del presidente convertida en propietaria de medios de comunicación?

–La libertad de expresión y el sentido genuino del periodismo hoy se encuentran amenazados. El Grupo Cartes aplica con los medios de comunicación la misma metodología que aplicó con el Partido Colorado: Comprar estructuras, rentar gentes, hacer del servidor público un asalariado sin voz. Reduce tareas que pertenecen por derecho al espacio público. La actividad de un partido pertenece al espacio público. La actividad del periodismo también, porque la información es un patrimonio de la sociedad. Y Cartes pretende aplicar a sus medios de comunicación el mismo sistema que aplica al partido, sin entender que el periodismo trabaja con bienes públicos intangibles que son la información, la opinión. Y es que el cartismo no encarna ningún proyecto político basado en la ciudadanía, la democracia o el avance en materia de derechos.

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