La firme decisión del presidente norteamericano Donald Trump de construir un muro fronterizo con México, además de producir indignación y un amplio rechazo, coloca en la discusión varios puntos. Uno de ellos lo planteó el ex presidente chileno Ricardo Lagos, en una entrevista que publica el diario español El País, al decir: "¿Cómo es posible que América Latina no haya dicho ‘todos somos mexicanos (...)’?, ante el anuncio de la construcción de un muro fronterizo y que encima se pretende que lo pague México”. Para Lagos, esto es una ofensa a todos los latinoamericanos.
A estas alturas de la historia, ¿tiene algún peso las concepciones territoriales, geográficas, culturales y lingüísticas comunes que conforman la identidad del conjunto de países latinoamericanos, como para esperar hoy una posición única y definida, tal cual reclama el ex mandatario chileno a favor de México y en contra del nuevo mandatario norteamericano?
La respuesta parecería obvia con tantos procesos y organizaciones de integración regional constituidos y ensayados en el continente. Pero en el día a día, la realidad es que ni las relaciones bilaterales transcurren fáciles entre los países vecinos que conforma Latinoamérica y, salvo algunas concesiones, siempre están primeros los intereses particulares. Esto hace que hasta las expresiones de solidaridad se vuelvan selectivas y circunstanciales.
Así que mientras sigue sorprendiéndonos un mundo virtual sin fronteras, en el real, las fronteras son cada vez más difíciles de atravesar. Además, existen muchos Trump que creen que amurallándose a lo largo de la línea que separa a su país del vecino, vivirán más seguros y tranquilos.
Que todo les irá mejor, porque evitarán el ingreso ilegal vía México, de ciudadanos de este país, hondureños, guatemaltecos o salvadoreños, como piensan los seguidores del pintoresco presidente estadounidense. Ellos creen erradamente que así acabarán con los serios problemas internos de desigualdad social, porque consideran que la condición de inmigrante es sinónimo de delincuente; que los foráneos son los culpables de todos sus males.
Como efecto positivo, el tema muro de Trump obliga a correr el velo sobre la realidad latinoamericana.
Particularmente sobre la consistencia e inconsistencia de las relaciones entre los países de la región; la situación social que obliga a miles de ciudadanos a huir de sus países por diversas causas, y pone a prueba los discursos políticos que pregonan la integración, el respeto a los derechos humanos, la solidaridad latinoamericana.
Pero también los tremendos daños que provocaron y siguen ocasionando a su pueblo los aprendices de gobernantes en el continente.
Así es ahora este mundo de incertezas, como define Lagos extrañado porque Latinoamérica no se pronuncia a favor de uno de sus integrantes.