Para poder realizar este cometido importantísimo hemos de ser humildes y afables, pues la soberbia solo ocasiona disensiones.
El hombre que tiene paz en su corazón la sabe comunicar casi sin proponérselo, y en él buscan apoyo y serenidad los demás: es una gran ayuda en el apostolado.
Los cristianos hemos de difundir la paz interior de nuestro corazón allí donde nos encontremos. Por el contrario, el amargado, el inquieto y el pesimista, que carecen de paz en su corazón, destruyen lo que encuentran a su paso.
El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “Este momento de profunda alegría brota del amor profundo de Jesús en cuanto Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños.
Dios ha escondido y ha revelado, y en esta oración de alabanza se destaca sobre todo el revelar. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la victoria sobre Satanás.
Dios ha escondido todo a aquellos que están demasiado llenos de sí mismos y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios.
Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado “benditos”.
Se puede pensar fácilmente en María, en José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del camino, en el curso de su predicación»”.
(Del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://es.catholic.net)