Desde hace más de una década el avance del Mercosur se ha desacelerado sustancialmente y en los últimos años se ha estancado. Factores económicos y políticos han influenciado este pobre desarrollo institucional.
Entre los factores económicos se encuentran las grandes asimetrías que existen entre los países miembros tanto en tamaño como en niveles de desarrollo relativos. Estas diferencias hacen de que las prioridades sean muy diferentes para los miembros.
Para el Brasil, el Mercosur es muy poco relevante como mercado potencial y sus prioridades de política exterior están orientadas hacia otros actores mundiales más relevantes en su comercio exterior. Por lo tanto, el Mercosur forma parte más bien de su estrategia política y esta realidad ha condicionado el ritmo de las negociaciones.
Por otro lado, existe una muy baja complementariedad económica y comercial porque las estructuras económicas y la composición del comercio exterior de los países miembros son muy similares, lo cual genera muy pocas ganancias potenciales, por lo menos en el corto plazo.
Las ganancias potenciales dependen de un proceso de integración dinámica de las cadenas productivas e industriales para aprovechar las ventajas competitivas de cada país. Sin embargo, los avances en estas áreas han sido muy limitados y en gran parte socavados por las políticas económicas internas de los países más grandes del bloque.
Entre los factores políticos, se encuentra la llegada al poder de gobiernos con un elevado sesgo de intervencionismo estatal en la economía y una visión de desarrollo basada en el mercado interno de cada país.
Como consecuencia, la integración económica y comercial dejó de ser un eje central de las políticas públicas y fueron implementándose políticas económicas internas y comerciales incompatibles con el Mercosur generando distorsiones muy significativas, entre esquemas de impuestos y subsidios sectoriales hasta políticas cambiarias totalmente contradictorias con el esquema de integración regional.
Un segundo factor político fue la suspensión de Paraguay por motivaciones políticas y la entrada de Venezuela al bloque que le dieron el toque final, profundizando todas las disparidades y derivando en este definitivo estancamiento en el que se encuentra.
Sin embargo, considerando la experiencia acumulada en sus años de vigencia, es necesario evaluar profundamente entre los países miembros los aspectos sobre los cuales se puede seguir construyendo un proceso de integración dinámico que pueda convertirse en un motor de desarrollo para sus miembros.
El principal beneficio de la integración es ampliar el tamaño de los mercados y que las posibilidades de un mayor intercambio de bienes, servicios, capital y tecnología incrementen la inversión, la productividad, el empleo y el ingreso de las personas.
Para mejorar los resultados, es necesario darle un enfoque de integración de las cadenas productivas e industriales, como la automotriz, electrónica, energética, bienes de capital, calzados, textiles, etc., buscando incrementar la competitividad de la región, complementando la eficiencia de cada país en las diferentes partes de los procesos productivos.
Por otro lado, considerando las asimetrías existentes, son necesarios mecanismos institucionales más flexibles que permitan compatibilizar las estrategias de desarrollo y de inserción internacional de cada país manteniendo dinámica la construcción del bloque.
Para ello, con la experiencia acumulada, un enfoque positivo sería retrotraer el bloque a un nivel de Acuerdo de Libre Comercio Ampliado, eliminar el Arancel Externo Común, y que cada país recupere la autonomía en la política comercial y arancelaria.
En este escenario, se debería mantener un mecanismo de consultas y coordinación para decisiones de políticas económicas y comerciales que puedan afectar negativamente a los demás socios, además de los mecanismos de salvaguardias y de solución de controversias correspondientes como es práctica en los acuerdos comerciales vigentes alrededor del mundo.
El Mercosur está estancado. Con la experiencia acumulada, rescatemos los aspectos positivos y eliminemos aquellos que frenan al proceso para que la próxima década se convierta en un motor del desarrollo de todos los países miembros.
(*) Economista de la Fundación Desarrollo en Democracia (Dende), ex ministro de Hacienda.