Long explicó, en una entrevista a Efe, que la novela nació inspirada por una conversación casual con Charlotte de Grünberg, una belga de origen judío exiliada tras la Segunda Guerra Mundial en Uruguay, donde desarrolló su carrera académica y llegó a dirigir una de las universidades del país.
Ella es ‘la niña que miraba los trenes partir': primero, desde su huida con papeles falsos para evitar la represión nazi, y después, desde su encierro en un armario ropero en su escondite de la ciudad francesa de Lyon, donde permaneció cerca de un año.
Long cuenta que se entrevistó con De Grünberg puntualmente una vez cada mes a lo largo de dos años, durante los cuales también viajaba a los lugares que ella recorrió en el exilio de su infancia, y le traía fotos que estimulaban unos recuerdos que nunca antes había compartido, ni siquiera con sus familiares.
“Poder acceder a su testimonio permite una reflexión sobre lo que ocurrió, pero también sobre cómo hoy se siguen levantando el mismo tipo de barreras. Ella no guarda rencor sobre esa época, pero la recuerda cuando ve lo que les sucede a los niños en las guerras de ahora”, explicó el escritor.
La historia real de De Grünberg se conjuga con los relatos ficticios de otros personajes, como un soldado uruguayo al servicio de las tropas de De Gaulle en Francia, o un militar de origen georgiano destinado al convulso norte de África en la década de 1940.
Long, premiado por sus trabajos sobre el escritor e historiador del tango uruguayo Horacio Ferrer (1933-2014) y del misterioso poeta surrealista Isidore Ducasse (1846-1870), conocido como Conde de Lautréamont, define su última novela como “polifónica”, e insiste en que habla sobre “el amor y la solidaridad” como estrategias para hacer frente al terror y la barbarie.
Afirmó además que el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial son procesos de genocidio “únicos”, que difícilmente pueden compararse a otros, por el grado de planificación y de respaldo legal que tuvieron los nazis en su voluntad de exterminio.
“Esa parte de la historia nos habla de la dificultad que tenemos para convivir con otros, y para resolver los conflictos y las diferencias con el diálogo, el acuerdo y la negociación, y no por las vías violentas”, declaró.
Es por eso que cree que el relato de la Segunda Guerra Mundial deja enseñanzas con una gran vigencia actual, y continúa atrayendo al público lector en todo el mundo, incluyendo a los más jóvenes.
En Uruguay, donde “La niña que miraba los trenes partir” ya ha alcanzado su quinta edición, cerca de 1.000 supervivientes del Holocausto llegaron como refugiados tras la Segunda Guerra Mundial, pese a lo cual Long aseguró que ha habido muy pocos antecedentes de novelas basadas en sus testimonios.
El autor se muestra convencido de que su libro está teniendo éxito y atrayendo a muchos lectores nuevos porque prefieren una novela a un ensayo histórico o un libro de testimonios.
“Cada año se renuevan los lectores, y hay más gente joven que va a poder acercarse a conocer la historia, para poder después referirla a la actualidad”, opinó.
María Sanz