Son solo 4 semanas más. La norma para la Organización Mundial del Trabajo (OIT) habla de 14 semanas de permiso como mínimo. Paraguay tenía su legislación laboral referente a la maternidad por debajo de los acuerdos internacionales en materia laboral. Formaba parte hasta esta semana del 15% de los países del mundo que conceden a las mujeres trabajadoras 12 o menos semanas de licencia. A pesar de ello, el dirigente empresarial Eduardo Felippo considera que la conquista “les va a complicar la vida” a las mujeres cuando tengan que conseguir o mantener sus puestos de trabajo.
Ante la criminal mezquindad de Felippo y el miedo que genera en las mujeres, no puedo evitar pensar en las trabajadoras católicas, evangélicas, judías, musulmanas, religiosas en general. ¿Se acuerdan ellas de su oposición a una ley contra toda forma de discriminación, a partir de argumentos de carácter privado-religioso? Aun cuando el artículo 89 de la Constitución habla de que los “trabajadores de uno y otro sexo tienen los mismos derechos y obligaciones laborales” y que “la maternidad será objeto de especial protección”, esa ley contra la que se resisten las diferentes confesiones podría salvaguardar el derecho al trabajo que tienen todas las mujeres y, sobre todo, castigar a aquellas empresas que se nieguen a contratarlas. La normativa resulta insuficiente, incluso, tanto para las mujeres como para los hombres que son padres y tienen como tales derechos y obligaciones.
La intención de aquella ley contra la discriminación es específica en la salvaguarda de la población en situación de peligro particular en la conculcación de sus derechos. Es decir, de los derechos de mujeres católicas, evangélicas, judías, musulmanas, etc., que son o quieren ser madres, pero podrían ser discriminadas en el ámbito laboral por ello. Muchas mujeres religiosas se opusieron a dicha ley desde una matriz patriarcal. Esa oposición es también una intransigencia que afecta la mejora de la situación social de quienes son al mismo tiempo trabajadoras y madres. Es decir, se oponen a sus propios derechos.
No se debe naturalizar la discriminación, más aún cuando viene de representantes empresariales como Eduardo Felippo, quien abiertamente muestra un desprecio a las vidas de madres e hijos, esas vidas que quienes están en contra de toda forma de discriminación suelen defender con ahínco cuando se trata de embriones nonatos. Felippo, en esa misma lógica, antepone el lucro a los derechos humanos. Los empresarios siempre dirán que es “natural” que contraten a quienes ellos quieren, bajo las condiciones que ellos quieran. Pero no es, ni debe ser así. Las mismas mujeres pueden decirle a Felippo que no será así.