Por Susana Oviedo
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Michael J. Fitzpatrick, subsecretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, estuvo en Paraguay el jueves y viernes últimos. Tiene a su cargo la región Andina, Brasil y el Cono Sur. Es un conocedor de la realidad de esta parte del continente. Es diplomático de carrera con el rango de ministro consejero. Como tal estuvo en la Embajada de los EEUU en Asunción entre el 2006 y el 2009. También fue representante interino de su país ante la Organización de Estados Americanos (OEA) del 2014 al 2016. En esta visita al Paraguay mantuvo reuniones en la Cancillería Nacional y con representantes de organizaciones de derechos humanos, entre otros. En medio de su apretada agenda, conversó con Última Hora sobre estos temas.
–Su gira por la región se da en un momento de muchos cambios. Destituyeron a la presidenta del Brasil, crece la tensión política y económica en Venezuela, hay crisis en el Mercosur, y un debilitamiento del llamado socialismo del siglo XXI. ¿Cuál es su lectura de lo que está ocurriendo?
–No sé si todo es tan sencillo, cada país tiene su propia historia, su propia realidad.
Este año hemos visto sorpresas en otras partes del mundo también. La pregunta que se hace la gente de muchas poblaciones es: ¿hoy día qué está haciendo el Estado para mí? Ya tenemos bien establecido el marco democrático en muchos países. Pero lo que a veces nos falta es llenar los detalles de la democracia, que no es solamente unas votaciones cada cuatro años, depositar un papelito en la urna, y después olvidarla por cuatro años.
–¿Cómo llenar esos detalles?
–Hay que continuar con los servicios al pueblo, con el debate nacional sobre la política y dónde queremos ir como sociedad. El Estado tiene que llegar al pueblo; ese es el reto. Tiene que mostrar que el estado de derecho está para proteger a la gente, y no para entrar en más corrupción.
En el caso de Venezuela tenemos un país muy polarizado.
En muchos países del Hemisferio tenemos mucha preocupación por la situación en Venezuela. Habrá una primera reunión de diálogo nacional entre el Gobierno y la oposición, auspiciada por el Vaticano. No sabemos qué cambios vamos a ver en el corto plazo. Pero el diálogo tiene que empezar ya, porque hay hambruna en Venezuela.
Es un momento importantísimo para demostrar solidaridad con el pueblo venezolano y buscar con el Gobierno y la gente una solución pacífica.
–Se insiste en ello y en el diálogo como camino. ¿Qué condiciones deben darse para que un diálogo en las circunstancias actuales arroje resultados?
–Buena voluntad y una agenda compartida. Tienen que empezar decidiendo entre las dos partes qué van a debatir. Cuáles son las cosas que van a priorizar para profundizar el diálogo. Quizá lo hagan sobre el papel legal de la Asamblea Nacional. Esta semana el Gobierno dijo: “La Asamblea no existe”.
Quizá empezarán con esto o planteando algo fundamental que es libertad para todos los presos políticos, y después hablar de las instituciones. Otros dirán que hay que empezar con la hambruna, y la salud. Todo esto está en la mesa. No va a ser fácil.
–¿La mayoría de los países de la región incorporaron los estándares de una democracia formal, pero afrontan serios problemas sociales, violencia y pobreza. ¿Qué paso falta para alcanzar una calidad democrática?
–Tenemos que crear ahora la democracia profunda. Ya tenemos el marco, el formalismo, ahora hay que enfocarnos en la seguridad ciudadana, en la transparencia y la lucha anticorrupción. Por mucho tiempo el tema de debate regional fueron los derechos humanos. Felizmente ya hemos pasado este debate sobre los derechos fundamentales. Creo que el único país en el Hemisferio que tiene presos políticos es Venezuela. Esto es del pasado. Es impresionante y horroroso que en el 2016 existan todavía presos políticos. Pero ya aceptamos que esto es inaceptable.
Ahora tenemos que enfocarnos en la nueva lucha que es que funcionen bien las instituciones democráticas del Estado, ofreciendo seguridad a todo el pueblo, sin importar su estatus socioeconómico o tendencias políticas, etc. Acompañado a esto, la lucha contra la corrupción y a favor de la transparencia pública. Pasar a otra etapa de la conversación democrática.
–¿Cuál es el peligro si no se toma conciencia de ello?
–El peligro es que si no vemos avances en estas áreas ahora, el pueblo va a decir: ¿esta es la democracia por la que tanto luchamos? Y si no está mostrando resultados, es posible tener retrocesos. La gente puede decir que no le interesa tanto la democracia, que prefiere la mano dura.
Hay que prevenir esta desilusión, aceptar que defender la democracia es una lucha permanente.
–¿Qué puede esperar Latinoamérica de los Estados Unidos tras la próxima elección del nuevo presidente o presidenta? Existe la percepción de que su país ha venido replegando su influencia y relacionamiento con los países de esta parte del Hemisferio?
–Es una percepción equivocada. En América Latina tenemos un nivel extraordinario ahora en términos políticos, de comercio y de intercambios culturales. Los Estados Unidos es el segundo país con más hispanoparlantes en el mundo. Estamos más y más involucrados con América Latina, porque somos cada vez más parte de ella, y viceversa.
–¿Puede cambiar esto con el nuevo Gobierno que irá a constituirse tras las elecciones del 8 de noviembre?
–No creo que vaya a cambiar mucho nuestro enfoque, nuestra colaboración con América Latina. Es bipartidaria en muchos aspectos, especialmente con Latinoamérica. Yo diría que vamos a ver más intercambios, más vínculos. A veces, quizá no tan visibles.