19 abr. 2024

El día en que la Virgen de Caacupé se quedó sin procesión

El 8 de diciembre de 1969, el entonces obispo de Caacupé, monseñor Ismael Rolón, decidió suspender la tradicional procesión del Tupasy ára, en protesta contra los abusos de la dictadura stronista. Una historia poco conocida, que vale la pena rescatar, en coincidencia con el Día de los Derechos Humanos.

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Miles de fieles católicos llegaron hasta la basílica de Caacupé para rendir homenaje a María en su festividad anual celebrada cada 8 de diciembre en nuestro país. Foto: Archivo ÚH.

Los primeros rayos del sol bañaban con un intenso color dorado a la multitud congregada en la plaza parroquial de Caacupé, frente al Tupao tuja, el antiguo templo de estilo colonial, cuya construcción se había iniciado en 1770. Detrás se divisaban las primeras estructuras del nuevo Santuario, cuyas obras habían quedado paralizadas por falta de dinero.

- ¿No ñepyrui piko la procesión? (¿No empezó la procesión?), preguntaba una de las muchas mujeres, con la cabeza cubierta por una blanca pañoleta y con velas encendidas en las manos, tras una larga noche de espera y desvelo.

- ¿Nde reikua’i piko? Ndoi ko mo’ai ningo la procesión. Monseñor Rolón i pochy lekajándive, porque ndaye i formal eterei (¿No te enteraste? No habrá procesión. Monseñor Rolón está enojado con el viejo, porque es muy abusivo), le contestó otra de las mujeres campesinas.

El rumor empezó a correr como reguero de pólvora entre la muchedumbre. Ese año, por primera vez en la historia de las peregrinaciones a Caacupé, la imagen de la Virgencita Azul no iba a realizar su tradicional recorrido desde el legendario Tupãsy Ykua (pozo de la Virgen) hasta la iglesia.

El aviso había sido dado durante las misas del domingo anterior, en la mayoría de los templos católicos del país, en donde se leyó la carta que el obispo de Caacupé, monseñor Ismael Rolón, había enviado al Gobierno, avisando acerca de la suspensión y explicando los motivos, pero muchos no se pudieron enterar.

Ese día del Tupasy ára había perplejidad y confusión en los rostros de los miles de peregrinos congregados en la plaza. ¿Qué era lo que estaba pasando en el país, como para que se suspenda la procesión de la Virgen?

En 1970, plena dictadura de Stroessner, Monseñor Ismael Rolón fue promovido como arzobispo de Asunción por el papa Paulo VI. Foto: Archivo

En 1970, plena dictadura de Stroessner, Monseñor Ismael Rolón fue promovido como arzobispo de Asunción por el papa Paulo VI. Foto: Archivo

“Es mejor que no se vaya, señor presidente...”

El general Alfredo Stroessner, quien entonces llevaba quince años al frente del Gobierno, al cual había accedido tras un golpe de Estado, en mayo de 1954, y un posterior simulacro de elecciones, había ordenado a sus ministros y colaboradores que pusieran “todo a punto” para su presencia en la festividad religiosa de la Virgen de Caacupé, al cual acostumbraba asistir todos los años, cuando el entonces ministro de Educación, Raúl Peña, se acercó a aconsejarle: “Es mejor que no se vaya, señor presidente...”.

El dictador quiso saber por qué no debía acudir, ante lo cual Peña le mostró la carta que acababa de recibir en su despacho.

La nota, con sello de la Diócesis de Caacupé, decía textualmente:

Caacupé, 17 de noviembre de 1969.

Excmo. Señor Ministro

Dr. Raúl Peña

Ministro de Educación y Culto

E. S. D.

Señor Ministro:

Me dirijo a Ud., en carácter de Obispo de Caacupé, con el fin de poner en conocimiento oficial del Gobierno de la República que este Obispado, interpretando la decisión unánime del Clero de la Diócesis, y oído el parecer de los señores Obispos y Presbiterios de la República, ha resuelto suspender las Procesiones que debían celebrarse los días 8 y 15 de diciembre próximos, en esta ciudad.

Motivan esta penosa determinación, los hechos que son de público conocimiento, vejatorios al Pueblo de Dios y a la Iglesia, provocados a ciencia y conciencia y orden de las altas autoridades nacionales, como de la propaganda oficial.

Como es ya de tradición desde muchos años atrás que las autoridades asistan a tales procesiones, cumplo con el deber, por razones de cortesía y protocolo, de comunicarle la suspensión de tales actos, con el fin de aclarar desde ya cualquier duda o equívoco que pueda surgir.

En la esperanza de que nuestra intención pastoral sea debidamente interpretada, saludo al señor ministro con la amistad de siempre.

Ismael Rolón, SDB

Obispo.

<p>Monseñor Ismael Rolón, cuando fue obispo de Caacupé suspendió la procesión del 8 de diciembre para castigar al dictador. </p>

Monseñor Ismael Rolón, cuando fue obispo de Caacupé suspendió la procesión del 8 de diciembre para castigar al dictador.

Esta fue la nota que hizo que la Virgen de Caacupé, aquel año, no solo se quede sin su tradicional procesión, sino también que la capital espiritual del Paraguay se quede sin la presencia del dictador Stroessner y de su habitual comitiva.

Aunque la procesión se suspendió, sí hubo una misa central en la antigua Iglesia. El obispo no la celebró, pero pidió a uno de sus principales colaboradores, monseñor Secundino Núñez, que dirija una fuerte homilía en guaraní.

"¿Qué dirá este mundo que nos observa y nos escucha, si nosotros mismos, cristianos, encubrimos y callamos tantas cosas injustas que se hacen delante de nuestros ojos? Y con mayor razón aun: ¿Qué dirá el mundo si los mismos cristianos no tenemos respeto por la vida de nuestros prójimos? ¿Si -¡cosa increíble!- nosotros mismos los afrentamos y torturamos”, cuestionó en su homilía monseñor Núñez.

El cese del “uso arbitrario de la fuerza”.

Para conocer cuáles eran los “hechos que son de público conocimiento” que motivaron la drástica decisión del obispo de Caacupé, hay que leer otra nota dirigida también el ministro Raúl Peña, unos días antes, esta vez firmada no solo por monseñor Ismael Rolón, sino también por los obispos Aníbal Maricevich, Felipe Santiago Benítez, Aníbal Mena Porta, Jerónimo Pechillo y Alejo Ovelar, en nombre de todo el episcopado paraguayo.

En dicha nota, los pastores de la Iglesia Católica enumeran “las medidas de fuerza tomadas en estos últimos días por el Gobierno”.

En primer lugar, cuestionan “la expulsión del país del sacerdote Francisco de Paula Oliva (ocurrida en octubre de 1969), sin guardarse las más elementales normas de procedimiento; el atraco de la clausura de los Padres Jesuitas; el ultraje y bárbaro apaleamiento de estudiantes, sacerdotes y religiosos configuran una situación de tanta gravedad, que no podemos ocultar nuestro más indignado y enérgico rechazo”.

Los prelados se refieren además a “la incautación, por personal policial, sin orden escrita alguna, del semanario Comunidad, órgano oficio de la Conferencia Episcopal Paraguaya”.

“Al repudiar y condenar estos sucesos, sin precedentes en nuestra historia, expresamos nuestra formal protesta ante el Gobierno de la Nación por esta sistemática violación de los derechos fundamentales de los ciudadanos”, indicaba la nota de los obispos, resaltando que la acción represiva gubernamental “ha generado un clima de ansiedad y peligrosa indignación”, especialmente entre el pueblo campesino.

Al final del mensaje, los pastores exigen que se permita la vuelta del padre Oliva al país y “el cese definitivo en el uso arbitrario de la fuerza”.

<p>La expulsión del paí Oliva, en octubre de 1969, fue una de las razones para que se suspenda el Tupãsy ára.</p>

La expulsión del paí Oliva, en octubre de 1969, fue una de las razones para que se suspenda el Tupãsy ára.

Gentileza

Un largo conflicto entre la religión y la política.

El episodio de la suspensión de los actos programados por el Día de la Virgen de Caacupé en 1969 fue reivindicado posteriormente por el propio monseñor Ismael Rolón, durante una entrevista periodística con el autor de este artículo, como “una acción que causó dolor a los fieles en ese momento, pero que resultó necesaria, porque había mucha violación de los derechos humanos por parte del Gobierno de la dictadura, y necesitábamos crear conciencia”.

Aunque muchos recuerdan a monseñor Rolón como el valiente arzobispo de Asunción que se enfrentó en varios momentos a la dictadura stronista, a través de sus célebres “procesiones del silencio”, pocos saben que primero fue obispo de Caacupé, y que sus decididas “acciones proféticas” ya se habían iniciado en la Villa Serrana, durante la mayor festividad religiosa del Paraguay.

Nacido en Caazapá en 1914, Ismael Rolón Silvero se ordenó como sacerdote por la Congregación de Don Bosco en 1941. El Papa Juan XXIII lo nombró prelado de Caacupé en 1960 y el Papa Paulo VI lo designó obispo de la Villa Serrana en 1965, donde estuvo por cuatro años, hasta que en 1970 fue promovido como arzobispo de Asunción.

“Hay momentos en que no basta con pronunciar fuertes homilías. Hay momentos en que hay que tomar acciones que impacten en el pueblo cristiano, que le haga reflexionar sobre lo que está pasando en ese país. Eso fue lo que decidimos hacer aquel día, cuando decidimos suspender la tradicional procesión de la Virgen de Caacupé. Muchos fieles se sintieron incomodados, pero eso es lo que buscábamos, romper la apatía acerca de las graves violaciones de derechos”, explicaría luego monseñor Rolón en la entrevista periodística.

Ismael Rolón Silvero falleció en junio de 2010, a la edad de 96 años. Es considerado no solo una de las figuras más dignas y representativas de la Iglesia Católica paraguaya, sino también un héroe cívico y un incansable defensor de los derechos humanos. Su figura fue evocada y homenajeada en diversos momentos, durante las celebraciones de Caacupé 2014.

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