Aún no se apagan los ecos del último escándalo que habían provocado los propios legisladores, cuando en la Cámara de Diputados se aprobó el pago de un triple aguinaldo para los funcionarios del Congreso –medida que luego debieron desaprobar, ante la gran indignación de la ciudadanía–, ahora nuevamente salta al tapete otro evidente caso de despilfarro en el uso de los fondos públicos.
Un informe que el diario ÚLTIMA HORA publicó en su edición de la víspera revela que la Cámara de Senadores ha realizado un llamado a licitación para contratar servicios de Ceremonial y Gastronómico por valor de 1.100 millones de guaraníes.
La fecha para la entrega de las ofertas, por parte de las empresas interesadas en participar de esta licitación, será el próximo 7 de diciembre, de acuerdo con la Dirección de Contrataciones Públicas.
Entre los detalles de los pedidos incluido en dicha licitación figuran: menú ejecutivo, bocaditos salados y dulces, menú económico, chipitas de maíz y almidón, carne asada, jugo de frutas natural, ensalada de frutas frescas, servicio de mesa de quesos y embutidos.
Ya a principios de este año, en febrero, se había realizado una licitación similar, por valor de 53.967.900 guaraníes. Ahora, sin embargo, el monto de lo que se va a gastar en bocaditos y jugos resulta astronómicamente mucho mayor.
La enorme cantidad de dinero que se invertirá en pagarles la comida a los legisladores constituye otra afrenta para la ciudadanía y contradice los discursos de políticas de austeridad que con frecuencia repiten las propias autoridades del Congreso.
En un país en donde los techos y las paredes de las escuelas se siguen cayendo por falta de mantenimiento, en donde los hospitales públicos carecen de insumos básicos, y en donde una gran mayoría de la población sigue sobreviviendo en condiciones de inhumana pobreza, con muchas carencias no atendidas por el Estado, constituye una escandalosa ofensa que los senadores despilfarren sumas millonarias del erario público en los alimentos que consumen.
Los legisladores son privilegiados, que desde ya perciben altos salarios y bonificaciones por la función que deben cumplir como representantes del pueblo.
¿No deberían desayunar en sus propias casas y pagarse su propia comida, como lo hace la gran mayoría de la gente común que acude al trabajo?
Es tiempo de extremar las medidas de austeridad, de racionalizar gastos y de invertir en cuestiones mucho más prioritarias para el interés de la población.