El 28 de noviembre pasado se le apagaba la luz a Roberto Gómez Bolaños, el genio latinoamericano del humor que supo trascender fronteras y generaciones gracias a una fórmula sencilla (hasta básica si se quiere), pero muy difícil de aplicar en televisión: respeto absoluto al televidente, a la familia, seriedad en el trabajo y, sobre todo, entretener, hacer reír sin caer en recursos burdos, sexuales y ofensivos.
Roberto pudo haber muerto hace tres semanas, pero Chespirito ya murió hace muchísimo tiempo, especialmente en los canales paraguayos. Y por lo que se ve, sus enseñanzas tampoco quedaron impregnadas en los pasillos, ni en la mayoría de las productoras. A veces me pregunto: ¿De qué sirvió haber transmitido por décadas sus programas? ¿Valió la pena repetir una y otra vez los capítulos de El Chavo del 8, El Chapulín Colorado y demás personajes, hasta aprendernos de memoria los libretos? Al parecer, no sirvió de mucho.
Porque no se ve que se haya formado una escuela televisiva local basada en el respeto, o al menos ya no le dan lugar. Enciendo el televisor y sí, veo muchos canales paraguayos, más que hace 10 años. Sin embargo, no veo contenido.
Veo telenovelas destinadas a adultos, con escenas sexuales explícitas, en plena siesta. Programas cómico-misóginos que apelan al recurso de denigrar a la mujer. Programas de concursos donde la persona que hace más escándalo es la que gana y, si se desnuda en el proceso, tiene aún más chances de vencer. Todo esto frente a los niños.
Lo más simpático que noté es que justamente los programas de Chespirito u otros shows aptos para todo público, los están difundiendo a la madrugada. Así es, el rojo paladín justiciero enseña buenos valores a la 1 de la mañana. Sencillamente espectacular.
Nos quejamos mucho de que los canales nacionales emiten un montón de enlatados y no dan lugar a la producción nacional. No me molestaría si esos enlatados fueran como El Chavo. Que eduquen, que entretengan sanamente, que respeten a la familia y, por ende, que sean mejores que muchos de los contenidos paraguayos. No obstante, el vulgar ráting sigue imperando en las grillas de los canales locales.
A propósito, años atrás Roberto Gómez Bolaños escribió una emotiva carta a su colega y compatriota Eugenio Derbez. Sus palabras fueron tan fieles a su comportamiento en la pantalla, pero, lastimosamente, difíciles de aplicar en los canales sudamericanos y más aún en los locales.
En la misiva, Chespirito decía: “Se debe evitar la absurda búsqueda del ráting. El ráting debe ser siempre una consecuencia y jamás un objetivo. En algunas ocasiones, no siempre por fortuna, el famoso ráting va íntimamente ligado a lo sucio, a lo vergonzoso y a todas las demás expresiones de la parte negativa del ser humano”.
No me queda más que desear que esta situación cambie pronto y vuelva a valorarse a la familia, que se respete a los televidentes, que no son tontos. Solo quedan atontados por la pésima oferta televisiva, en otras palabras, por lo que le dan de comer.
Como uno de los millones de niños que crecieron con Chespirito, solo espero que su trabajo no haya sido en vano.