El abogado del diablo (advocatus diaboli) era en realidad un fiscal en los antiguos juicios y procesos de canonización de la Iglesia. Era un promotor de la fe y de la justicia.
Viene a cuento hacer presente su figura en este acto moral de decantación que el deseo de belleza, fidelidad y justicia lleva a los jóvenes a impulsar en la UNA y en otras instituciones educativas.
Ojo, no creamos que el abogado del diablo puede ser cualquier charlatán con un discursito preconcebido que intente embarrar o desacreditar al candidato a santo. Es tan delicado ese oficio que lo ejercen doctores de derecho y con excelente preparación para exigir pruebas y descubrir los errores en la documentación aportada por los promotores de la declaración de santidad de una persona.
En realidad, su interesante trabajo no se reducía a “oponerse” a un candidato, sino —y he aquí su delicada e imprescindible tarea— a defender la autenticidad de las virtudes del que sería propuesto como modelo para otros.
Por extensión, el abogado del diablo también es el que presenta en un debate argumentos contra una posición en la que cree él también, pero que busca transparentar para enriquecer y purificar los argumentos de sus amigos.
Aplicando esto a la situación actual de la UNA, es bueno elegir entre los mejores y más aptos de entre nosotros a los guías, y preguntarse abiertamente sobre la forma adecuada y madura de llevar a término el ideal. ¿Quién no desea el cambio que los jóvenes están pidiendo instalar? Contra la corrupción, contra el nepotismo, contra la mediocridad, contra el mbarete... Pero después de tantos días de manifestaciones surgen necesariamente las preguntas sobre las metas, las propuestas y los métodos empleados para lograr el cambio.
Cuidado, no podemos considerar un logro que todo el que posea un cargo sea tenido por corrupto o tratado de ladrón sin más, ni que sea escrachado o maltratado sin derecho a la defensa; no podemos extender indefinidamente una acción extrema; no podemos suplantar a las instituciones (aunque sí controlarlas); no debemos defraudar a la ciudadanía que apoya la causa, dejando que grupos de poder se apropien del discurso o del liderazgo que genuinamente es de los jóvenes altruistas que piden un cambio real para bien, sin intereses o agendas ocultas propias.
Para que la causa UNA consiga hacer historia de verdad, quienes la propician desde adentro deben estar dispuestos a reconocer y acatar la realidad en cada momento.
De lo contrario esta causa no hará mérito suficiente para marcar historia.