Si hay alguien que parece no haber tomado nota de los nuevos aires que entraron en la Iglesia con el desembarco de Jorge Mario Bergoglio en la sede de Pedro es el arzobispo de Asunción, Edmundo Valenzuela.
De lo contrario, es difícil explicarse el tono dogmático y altanero de la carta que dirigió al secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en ocasión de su visita al Paraguay (que curiosamente no incluía ni una sola palabra a favor de la lucha contra la pobreza).
A tenor de la insólita misiva, para Valenzuela el titular del máximo organismo internacional sería algo así como un chiíta del laicismo mundial empeñado en hacer desaparecer de un plumazo el legado de los “valores” que el catolicismo se ha empeñado en esparcir por el mundo en dos mil años de “generosa” labor.
Cree, por lo visto, el señor Valenzuela que Ban Ki-moon no tiene otra cosa que hacer que imponer el uso extendido de preservativos, promover el divorcio, impulsar el casamiento de homosexuales y toda esa caterva de “antivalores” sociales que acabarán irremediablemente por destruir el “modelo de familia” que la Iglesia ha forjado a base de la conducta “ejemplar” de sus miembros más conspicuos (como Demetrio Aquino, Jorge Livieres Banks, Fernando Lugo y un largo etcétera, por ejemplo).
En fin, el mismo manido discurso de siempre, muy a contramano, por cierto, del que promociona el Papa actual.
Si uno no conociera el descalabro moral que afecta a la jerarquía paraguaya de diez años a esta parte, diría que el arzobispo actúa con gran convencimiento, pero dado el estado actual de cosas, lo menos que podría decirse es que su conducta importa una osadía bastante intrépida.
Por si no las había leído, le acerco a Valenzuela las expresiones vertidas en setiembre de 2013 por el Papa. La Iglesia Católica, dijo entonces Francisco, debería verse a sí misma como “un hospital de campaña luego de una batalla” e intentar sanar las grandes heridas de la sociedad y no estar “obsesionada con la transmisión de una multitud de doctrinas dispersas mediante una insistente imposición (...) No podemos insistir solo en temas relacionados con el aborto, el matrimonio gay y el uso de métodos anticonceptivos. Eso no es posible”, declaraba el Papa.
Como quien dice, señor arzobispo, es hora de innovar un poco y mostrarse un poco más afecto al estilo del papa Francisco, que está dando buenos resultados, parece. Sobre todo ahora que se aproxima su esperada visita al Paraguay.