Con motivo de la explosión de indignación ciudadana (en las redes sociales, obvio) en contra de los abusos cometidos por los limpiavidrios que azotan las calles (con semáforo) de la capital, la Junta Municipal de Asunción (mayoría anti-Ferreiro) votó una ordenanza, la 5/16, que prohíbe la presencia de limpiavidrios en las calles.
La idea era que con esa ordenanza desaparecieran esas molestosas personas que obligan a los que tienen autos a aceptar que les limpien gua’u los parabrisas.
Es gente agresiva, violenta, son todos borrachos y drogadictos y tienen la culpa de todos los males de este bendito país. No, señor, no es sarcasmo, es un sucinto resumen de algunos de los argumentos en contra de estos paraguayos que tantas molestias causan a otros paraguayos.
La cuestión es que en unas pocas semanas nos pudimos enterar de que los limpiaparabrisas eran –había sido– culpables del tratado secreto contra el Paraguay; la ausencia de la Albirroja en el último Mundial; la epidemia del dengue y el zika; de que Ramón Díaz no le hace jugar al Óscar Romero; de las inundaciones por la subida del río Paraguay y otras desgracias que mejor ni mencionamos.
Postergado. Finalmente, y pese a la alegría popular que despertó la prohibición de la presencia de los limpiavidrios, la misma no pudo entrar en vigencia en abril y fue postergada para el 16 de mayo.
Una pena, porque con una ordenanza así pues uno sentía que todos los problemas sociales quedaban solucionados. Años pagando una secretaría social y otra de la niñez, y había sido que con una ordenanza se puede resolver todo eso.
Ahora, hablando en serio. Los argumentos utilizados para presionar para que los concejales opositores sacaran una ordenanza tan traída de los pelos, eran de tinte clasista. Y no hay nada tan ridículo como esos argumentos clasistas, en un país con tantísima desigualdad.
laburo. Ahora bien, cerca de 200 personas que realizaban el trabajo de limpiar parabrisas en las esquinas con semáforo se registraron en la Municipalidad de Asunción para formar parte del proyecto de reinserción laboral.
Eso nunca va a ser una mala noticia. Porque como decía mi viejo: el trabajo dignifica.
Pero, y siempre hay un pero, resulta que ahora algunos de los limpiavidrios se incorporaron al mundo laboral, nos enteramos de que el dueño de un hipermercado que les había dado trabajo, pretende pagarles G. 33.000 por 9 horas diarias.
Hacia mi barrio eso se llama explotación. El jornal mínimo que se debe pagar es de G. 70.155.
Ahora te quiero ver defendiendo el derecho a un salario digno para ese a quien tanto odiás. ¿O es que ese tipo de causa no es tan cheta?