PARÍS - FRANCIA
Emmanuel Macron y Marine Le Pen, que hoy disputan en segunda vuelta, la presidencia de Francia, encarnan respectivamente los papeles de adalid y enemiga de la globalización, un fenómeno al que son hostiles una gran mayoría de franceses y un tema clave en la campaña electoral.
“La globalización salvaje pone en peligro nuestra civilización”, advierte la ultraderechista Le Pen, candidata a la presidencia en la segunda vuelta de hoy domingo.
Macron, con 39 años, es el gran favorito para convertirse en el presidente más joven de Francia. El candidato de ¡En Marcha! ganó la primera vuelta con el 24,01% de los votos, frente a la ultraderechista Le Pen (48), del Frente Nacional (FN), que recibió el 21,30%. Pero pese a que hay menos de 3 puntos de diferencia entre uno y otro, Macron se fue a dormir sabiendo que contaba ya con el apoyo de los principales candidatos que quedaron fuera del balotaje.
Las encuestas para el balotaje le dan a Macron una intención de voto del entorno al 64%, mientras Le Pen tiene un 38%. Este desenlace evidencia un deseo de cambio con la eliminación de la carrera al Elíseo de los 2 grandes partidos tradicionales, el Partido Socialista del presidente saliente François Hollande, y los Republicanos de Fillon, que se alternaron en el poder en el último medio siglo. Revela también una profunda división entre 2 Francia: La de las grandes ciudades cosmopolitas que apostaron por el socioliberal Macron, y la de las zonas periféricas o rurales que votaron masivamente por Le Pen.
El presidente Hollande se unió a la larga lista de políticos de izquierda y de derecha que instaron a votar por Macron.
Las dos Francia. Un electorado urbano favorable a Macron, una Francia rural conquistada por Le Pen. El mapa electoral de la primera vuelta puso en evidencia profundas diferencias geográficas y sociológicas.
El resultado más significativo fue el registrado en París, donde el candidato del movimiento “¡En Marcha!” obtuvo 34,9%, mientras que la líder del FN no logró superar el 5%.
Le Pen obtuvo sus mejores resultados en las regiones afectadas por la desindustrialización y el desempleo, como en la región del Norte, donde consiguió 31%.
“Nos han machacado durante más de 40 años”. La idílica aldea de Puget-Théniers es un claro ejemplo de esta ola de indignación en las zonas rurales de Francia, que se ha traducido en el voto por la extrema derecha.
A medio camino entre las montañas y el Mediterráneo, este pueblo meridional fue contundente en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 23 de abril: El 37% de los 1.300 votantes apoyaron a la líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, y el 18% al izquierdista Jean-Luc Mélenchon. Otros candidatos antisistema sumaron un 10%.
“Estamos hartos de nuestros líderes que favorecen a grupos financieros, las aseguradoras, los banqueros”, afirma Leo Vellutini, de 56 años, mientras bebe algo con unos amigos en la plaza del pueblo.