En la cuarta vigilia de la noche, al amanecer, Jesús se acercó a la barca, que estaba batida por las olas y en peligro de zozobrar. El Evangelio nos señala que los discípulos pasaron miedo al ver a Jesús andando sobre las aguas revueltas, creyendo que era un fantasma. Y San Marcos, que recoge los recuerdos inolvidables de San Pedro, nos ha dejado escrito que Jesús hizo ademán de pasar de largo.
Todos comenzaron a gritar. Entonces Jesús se acercó un poco más y les dijo: Tened confianza, soy yo, no temáis. Eran palabras consoladoras, que también hemos oído muchas veces de formas diferentes en la intimidad del corazón, ante sucesos que nos han podido desconcertar y en situaciones difíciles y apuradas.
Las dificultades en las que experimentaremos la propia debilidad, las mismas flaquezas, servirán para encontrar a Jesús, que nos tiende su mano y se mete en nuestro corazón, dándonos una paz inmensa en medio de cualquier tribulación. Hemos de aprender a no temer nunca a Dios, que se presenta en lo ordinario y también en las tormentas de los sufrimientos, físicos y morales, de la vida: Tened confianza, soy yo, no temáis. Dios nunca llega tarde para socorrernos, y ayuda siempre en cada necesidad.
Él llega, aunque sea de modo misterioso y oculto, en el momento oportuno. Y cuando por alguna razón nos encontramos en una situación penosa, con el viento en contra, él se acerca. Quizá haga ademán de pasar de largo para que nosotros le llamemos. No tardará en llegar a nuestro lado.
El papa Francisco, a propósito del Evangelio de hoy dijo: “El ‘fantasma’ es el que precisamente los discípulos ven asombrados y temerosos venir hacia ellos caminando sobre el mar. Pero su estupor nace de una dureza de corazón, porque no habían entendido la multiplicación de los panes sucedida poco antes. Así, si tú tienes el corazón endurecido tú no puedes amar y piensas que el amor es imaginarse cosas.
No, el amor es concreto. Y esta concreción se funda sobre dos criterios. Primero: amar con las obras, no con las palabras. ¡Las palabras se las lleva el viento! Hoy están, mañana no están. Segundo: en el amor es más importante el dar que el recibir. El que ama da, da... Da cosas, da vida, da de sí mismo a Dios y a los demás. Sin embargo, quien no ama, quien es egoísta, siempre busca recibir, siempre buscar tener cosas, tener ventajas”.
Extractamos algunas frases que el papa Francisco pronunció en la audiencia general del pasado miércoles: “Hemos escuchado la reacción de los comensales de Simón el fariseo: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?» (Lc 7,49). Jesús ha apenas realizado un gesto escandaloso. Una mujer de la ciudad, conocida por todos como una pecadora, ha entrado en la casa de Simón, se ha inclinado a los pies de Jesús y ha derramado sobre sus pies óleo perfumado. Todos los que estaban ahí en la mesa murmuraban: si Jesús es un profeta, no debería aceptar gestos de este género de una mujer como esta. Desprecio. Aquellas mujeres, pobrecitas, que solo servían para ser visitadas a escondidas, incluso por los jefes, o para ser lapidadas. Según la mentalidad de ese tiempo, entre el santo y el pecador, entre lo puro y lo impuro, la separación tenía que ser neta.
Pero la actitud de Jesús es diversa. Desde el inicio de su ministerio en Galilea, él se acerca a los leprosos, a los endemoniados, a todos los enfermos y a los marginados. Un comportamiento de este tipo no era para nada habitual, tanto es así que esta simpatía de Jesús por los excluidos, los “intocables”, será una de las cosas que más desconcertaran a sus contemporáneos.
Es por esto que Jesús abre los brazos a los pecadores. Cuanta gente perdura también hoy en una vida equivocada porque no encuentra a nadie disponible a mirarlo o verlo de modo diverso, con los ojos, mejor dicho, con el corazón de Dios, es decir, mirarlos con esperanza. Jesús en cambio, ve una posibilidad de resurrección incluso en quien ha acumulado tantas elecciones equivocadas. Jesús siempre está ahí, con el corazón abierto; donando esa misericordia que tiene en el corazón; perdona, abraza, entiende, se acerca... ¡Eh, así es Jesús!”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, https://defendiendomife.wordpress.com)