19 abr. 2024

Dios es igual para todos

¡Qué difícil es saber situarnos ante Dios! Y el problema está en que nos colocamos ante él desde nuestro modo de ser esencialmente limitado y marcado por las influencias propias de cada época.

Pequeños y limitados por la influencia del entorno cultural, económico, político etc… queremos entender a Dios y nos desconcertamos.

Ante esto algunos se desaniman. “¡Es perder el tiempo en lo que no voy a entender!”. Otros se indignan. “¡Dios no es justo!”. Muchos, con el tiempo, descubrimos un poco lo que hay detrás de todo esto y nos quedamos sin palabras y asombrados. “¡Creo, Señor!”.

Todo esto ocurre con la parábola de los contratados para trabajar a las 6.00, al mediodía o a las 17.00. El patrón les paga lo mismo comenzando por los que solamente trabajaron una hora. Desconcierto, indignación.

Comienza pagando por los que entraron a última hora. A los que entraron a las 6.00 les prometieron un denario. Y se les paga, pero querían más.

Los primeros cristianos, los que habían sido antes judíos de una religión de muchos siglos, querían privilegios sobre los convertidos del paganismo.

Actualmente los que desde chicos y siempre fuimos a la iglesia nos creemos con más derechos ante Dios que los que después de muchos años de abandono vuelven a creer antes de morir.

Estamos repitiendo la parábola y andamos equivocados.

Dios nos ama a todos y, al mismos tiempo, nos ama individualmente como si fuéramos los únicos. Dios nos ama a todos. Pero, es libre de amar más a los que él quiera.

Con Dios no se negocia: “Yo te doy más para que me des más”. Ante Dios no hay competencia “porque le he dado más, le gano a los otros”. Dios nos ama a todos. Y cada uno tenemos la respuesta a ese amor.