Seis días después de perder el mandato para el que fue reelegida en 2014 debido a un irregular manejo de los presupuestos, Rousseff dejó el Palacio de la Alvorada, la residencia oficial de la presidencia que hasta ahora había podido ocupar. En la puerta de la mansión, solo esperaban unos 200 seguidores, que la saludaron con banderas rojas del Partido de los Trabajadores (PT) al grito de “no al golpe” y “fuera (Michel) Temer”, por su antiguo vicepresidente y ahora gobernante efectivo de Brasil. “Dilma sale guerrera, con la cabeza erguida, y el pueblo empieza a ver que hubo una gran injusticia, un golpe que transforma el dolor en resistencia y en lucha”, dijo a periodistas el senador Lindbergh Farias, del PT, quien se acercó a despedirse de Rousseff. La ex mandataria casi se cruzó en el aeropuerto de Brasilia con Temer, quien unas pocas horas antes regresó de China, donde asistió a la Cumbre del G20, y ahora se prepara para enfrentar la más grave crisis económica que el país ha sufrido en décadas. En plena recesión, tras caer 3,8% en 2015, todas las proyecciones apuntan a que la economía se contraerá otro 3% este año, con lo que se teme que pueda subir un desempleo que ya afecta a 12 millones de personas y que, con ello, se ahonde la crisis social. Tras dos años en ese cargo, fue nombrada titular de la cartera de la Presidencia y en 2010 fue elegida por Lula como su sucesora. efe