28 mar. 2024

Diego Barreto: La reivindicación

Diego Barreto fue figura ante Olimpia al interponerse al empate en varias oportunidades en lo que fue parte de su reivindicación con la afición azulgrana que desde el error contra Santos lo tiene como blanco de la crítica.

POR ALCIDES BENÍTEZ - @alcyBenitez
Diego volvió a ser Diego. El dueño de la portería en Barrio Obrero redondeó un partido que orilla la perfección -tan revitalizante y necesaria para él- ante un rival como Olimpia, acérrimo para el sentimiento de la hinchada azulgrana.
Ante esos ojos de la parcialidad tan inquisidoras con el canterano, el arquero recuperó dosis de cariño que hipotecó el año pasado con actuaciones discutidas y con palabras que dañaron el hilo del sentimiento.
Atajar en un equipo grande no suele ser una tarea sencilla. Habitualmente los entrenadores descuidan las trincheras para poner hombres de vocación ofensiva, aquellos capacitados para crear o concretar las jugadas, mientras que los obreros, algún mediocentro, defensores y el arquero, se pergeñan en destruir los avances de los rivales.
Ante Olimpia, el equipo no sufrió los arrebatos de los contragolpes, porque una vez conseguida la ventaja mediante un atrevimiento de Sergio Díaz, la ejecución de Fabbro y falto de resto físico, el Azulgrana tuvo que replegar sus líneas y refugiarse atrás.
El dominio del Decano fue insistente. La desventaja despertó la reacción. Los últimos minutos de la primera etapa y todo el complemento, tiempo en el que Barreto volvió a elevarse como en otras tantas jornadas en un salvavidas.
Una tapada grandilocuente a Fredy Bareiro, después puso las manos ante Juan Manuel Salgueiro, Iván Torres, Walter González y Jorge Salinas, quienes amenazaron la resistencia de Cerro, pero el buen rendimiento del “1" atajó la embestida y vino a restaurar el sentimiento con la parcialidad cerrista.
La fisura se remite al error ante el Santos de Neymar (2011), por la semifinal de la Copa Libertadores, que erigió al arquero a la cima de la frustración. Las manos flaquearon en un momento decisivo y el infortunio se instaló desde entonces en el imaginario cerrista.
Aquella noche, “el mimado de la casa” se bajó del pedestal y le costó pisar el terreno de la idolatría al que llegó a base de esfuerzo e impulsado por el amor inconmensurable hacia una camiseta que lo siente mucho más allá de lo profesional.
Desde esa vez, todo el trabajo parece ser insuficiente para saldar esa cuenta pendiente y cada tanto el estigma de la equivocación emerge como un vástago de la piel para cobrar vida. Es una relación de amor y odio interminable, en el que el lambareño de 33 años sigue tirando manotazos para una reivindicación total.