Los activistas políticos pueden ser creativos. En 1967, un grupo de hippies empezó a tirar dólares (en gran medida falsos) en la Bolsa de Valores de Nueva York. Aunque los presentes eran personas de recursos, se pusieron a recoger los billetes con una increíble avidez; el incidente fue muy comentado.
Hace unos días se repitió el incidente, con menos efecto pero con buen humor. Un grupo de ecologistas fue al Congreso norteamericano para repartir premios a los legisladores que más apoyaron a Monsanto; por supuesto, era un premio al revés. Además de eso, se tiró una buena cantidad de dólares con el comentario de: traemos lo que le interesa al Congreso. Tres personas fueron arrestadas por eso.
La principal queja del grupo era la llamada ley de protección de Monsanto. Esa ley se opone a que los organismos genéticamente modificados (p. e., maíz) vendidos en los supermercados lleven la indicación de que son genéticamente modificados. No se entiende el porqué, excepto que las productoras de OGM han hecho un intenso trabajo de lobby en el Congreso. Por esa y otras razones, hubo una serie de marchas contra Monsanto en 436 ciudades del mundo el pasado 12 de octubre.
No sé si habrá manifestaciones del mismo tipo el Día Mundial de la Nutrición, celebrado el 16 de octubre, día de la creación de la FAO (siglas en inglés de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Pero se han previsto, en todo el mundo, diversas actividades, como el seminario de la Manzana de la Rivera (Asunción).
Cuando decimos que la humanidad ha progresado mucho, no debemos olvidar que, en términos absolutos, nunca han existido tantas personas hambrientas en el mundo. Es cierto que la población mundial aumentó, desde luego; eso no quita que sufran de hambre crítica unas 870 millones de personas, según datos de la FAO. Sobre el tema, existe una excelente información en la página web de la FAO, que merece la visita de las personas interesadas.
Entre las cosas encontradas en Internet, una me llamó la atención: el problema no es tanto la falta como la utilización de la producción agrícola. En el mundo se desperdicia una gran cantidad de comida, y se dedica a los biocombustibles una buena parte de lo producido. Además, la FAO insiste en la necesidad de la agricultura sustentable, o sea, la que puede desarrollarse por tiempo indefinido sin destruir el medio ambiente ni atentar contra la biodiversidad. Para combatir el hambre, las pequeñas explotaciones agrícolas pueden ser preferibles a las de gran escala y con gran empleo de maquinarias y agroquímicos.
Estoy de acuerdo porque en el Paraguay se agravó el problema del hambre (ver artículo de ÚH, página 14, del 15/10/13), mientras que aumentó la superficie cultivada con transgénicos.
