El general Bartolomé Mitre traducía La divina comedia cuando lo visitó el coronel Lucio Mansilla.
–"¿Qué hace, mi general?”, le preguntó Mansilla.
–"Traduzco al Dante"–, respondió Mitre.
Con su habitual mordacidad, el visitante exclamó:
–"¡Bien hecho, mi general, a esos gringos hay que joderlos!”.
Hasta el momento, la actitud de ciertos funcionarios judiciales paraguayos ha sido la de Mansilla, pero sin la ironía: mostrar desprecio a los gringos.
A los gringos que piden justicia para Nelson Aguilera, condenado a treinta meses de cárcel por un delito no cometido.
Entre esos gringos se encuentran los miembros del PEN Club Internacional, con sede en Londres, y que reúne a unos quince mil escritores de todo el mundo, incluyendo varios ganadores del Premio Nobel de Literatura.
El PEN tiene como principio la defensa de la libertad de expresión; por eso ha declarado el 15 de noviembre Día del Escritor Encarcelado y pide la libertad de varios escritores presos sin motivo o a un paso de estarlo, como Nelson Aguilera, cuya condena ha sido apelada.
Mandarlo a la prisión de Tacumbú depende ahora de la Corte Suprema paraguaya.
Las primeras protestas fueron las de los gremios de escritores locales, alarmados por la condena arbitraria por plagio.
En cuestiones de plagio, nuestro país tiene una jurisprudencia firme: dos altos funcionarios públicos, Alberto Ramírez Zambonini y Nilse Ortiz plagiaron sus tesis doctorales sin recibir sanciones ni perder el puesto que exigía un doctorado auténtico. Pero esta es la jurisprudencia para los grandes; para los demás rigen otras reglas, y eso es lo que asusta a los escritores.
¿Plagió Nelson Aguilera su obra infantil Karumbita la patriota?
No, y eso es lo que han expresado, con argumentos de peso, las personas versadas en literatura.
El caso llegó a Parlasur, y luego pasó a la central del PEN.
En The Guardian del miércoles 12 de noviembre puede verse una carta abierta de solidaridad con Nelson Aguilera de la conocida escritora Luisa Valenzuela (traducida y puesta en Facebook).
Ella se pregunta qué hubiera pensado del caso Aguilera el gran escritor inglés H. G. Wells, presidente del PEN.
Wells, como sabemos, publicó en 1895 la novela La máquina del tiempo. Una de las pruebas iniciales contra Aguilera fue que su obra tiene como tema un viaje en el tiempo, algo tomado de El túnel del tiempo, el libro escrito por su querellante María Eugenia Garay.
Posteriormente, la acusación afinó el tiro: el plagio consistió en la intertextualidad.
Eso no pudo haber caído bien en Londres, por donde anduvo el escritor T. S. Eliot, habituado a insertar versos de Shakespeare y Dante en sus poemas; es lo que él y otros autores de su estatura han llamado intertextualidad.
La intertextualidad que manejó el tribunal para justificar su condena es la que le explicó el contador que se desempeñó como perito en el juicio.
Cuando un ciego guía a otro ciego, ambos caen en un hoyo.
Es una imagen literaria de la Biblia: aquí el caído es el inocente Nelson Aguilera.