Iban acompañados de una fiscala (deseo saber su nombre para que la envíen al Buen Pastor) que dijo que no iban a desalojar a nadie, pero que después lo hizo añadiendo que la orden más tarde la escribiría. Para los brasiguayos los expulsaron “por orden superior”. El jefe de ellos que sobrevolaba la operación en un helicóptero de Yacyretá le dio públicamente las gracias al presidente Cartes. Estos paraguayos llevaban más de 20 años viviendo allí y trabajando la tierra.
Los brasiguayos tenían un título falso vendido por un funcionario de la Regional del Indert, especializado en estos negocios. Quiero saber su nombre, porque todavía no ha sido removido del cargo y enviado a Tacumbú.
Todo fue violento. A un matrimonio que llevaba a su chiquito en brazos lo anotaron para que su hijo nunca invadiera tierra privada. A dos niños de 14 años que salían del catecismo los arrodillaron en mitad de la calle y como, por miedo, respondían a sus preguntas en voz baja, los abofetearon con saña. A las mujeres las manosearon los policías varones buscando armas.
Formó una barrera la policía fuera del terreno. Estos se quedaron en la escuela de farra y hubo disparos para amedrentar a los campesinos, todos frente a la escuela, donde los brasiguayos habían prohibido que se hablara guaraní, bajo carpas improvisadas.
Los brasiguayos contrataron un camioncito para llevarse lo poco de valor que encontraron. Escribo todo esto con pena, con ira y enojo, con enorme solidaridad para con estos compañeros campesinos agredidos y exigiendo ya el juicio al presidente Cartes.