No será la primera vez que Francisco recorra estas tierras; de eso dan cuenta los testimonios de dos religiosos y varios documentos hallados en el Museo de la Justicia.
Sin pompa ni papamóvil, en un vuelo de Aerolíneas Argentinas, a las 9.00 del día 18 de julio de 1977, procedente de Buenos Aires, llegó al Paraguay el sacerdote jesuita Jorge Mario Bergoglio, con cédula de identidad argentina Nº 3.986.522.
Un informe del jefe de brigada del aeropuerto Silvio Pettirossi daba detalles al general de división Francisco A. Brítez sobre la llegada del jesuita que 36 años después se convertiría en el primer Pontífice latinoamericano. En ese entonces, el Papa había fijado domicilio en el Colegio Cristo Rey.
El padre Mario García, actual director de la institución educativa, cuenta que en 1977 el Papa era provincial de los jesuitas en Argentina y que su visita se dio en el marco de una reunión de provinciales.
“Yo estuve viviendo con él en Argentina, a finales de los años 1978 y 1979, esos dos veranos. Le conozco de ese tiempo que de alguna manera estuvimos en la misma casa”, comenta el director del Cristo Rey y resalta, como característica principal del Santo Padre, que cuando toma decisiones es muy decidido.
El estilo que Bergoglio mantiene en su pontificado, en la óptica de García, es su preferencia por los pobres. “Él es un hombre fuerte, firme, siempre fue muy de los pobres, fue una persona que quería trabajar por los pobres. Y si tú me preguntas qué línea política tenía en ese tiempo, él era muy entusiasta por el peronismo en ese tiempo”, señala.
En una visita al Museo de la Justicia, su coordinadora Rosa Palau muestra otra documentación de las investigaciones del aeropuerto internacional, que data de 1980. El protagonista también es Bergoglio.
El paso del papa Francisco se dio el día 6 de agosto de 1980, a las 23.00, en un vuelo LAP procedente de Buenos Aires. El religioso Jorge Mario Bergoglio se quedaría unos días en una residencia de la calle Cerro Corá al 2249, según consta en el informe remitido al jefe del Departamento de Investigaciones, Pastor Coronel, que puede ser visto por el público de lunes a viernes, de 7.00 a 13.00, en el museo ubicado en la planta baja del Palacio de Justicia.
SALVADOR. El jesuita José Luis Caravias recuerda que antes de ser arzobispo, Bergoglio visitó el país. En 1980 hubo una reunión de maestros de novicios, que se realizaba cada año. “Nosotros los jesuitas somos muy sociales y con frecuencia nos reunimos internacionalmente para llevar adelante la misma línea”, dice el hombre de Dios a quien Bergoglio había salvado la vida en los años setenta en Argentina, cuando fue alertado por el mismo Papa del peligro que corría su vida, luego de que este supiera a través de informaciones fidedignas que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) había decretado la muerte de Caravias.
CERCANO. Durante toda su vida religiosa, el Santo Padre, incluso antes de serlo, estuvo muy vinculado con los paraguayos, ya sea en sus 45 años de vida sacerdotal, sus 22 años como obispo, sus 12 años como cardenal y los dos años como Pontífice.
El primer trabajo que tuvo Bergoglio fue en un laboratorio. Casualmente su primera jefa fue una mujer paraguaya llamada Esther Ballestrino de Careaga, a quien refiere como una jefa extraordinaria por enseñarle la seriedad del trabajo.
El afecto de Bergoglio hacia Paraguay se hizo palpable también en las villas del gran Buenos Aires, donde residen miles de paraguayos con los que tomó tereré y compartió su gran devoción por la Virgen de Caacupé y las mujeres paraguayas.