Más de medio siglo tuvo que pasar para que Estados Unidos se diera cuenta de que su política hacia Cuba fue un estrepitoso fracaso.
No solo no obtuvo las metas que se proponía hacia la isla, sino que también perdió influencia en la región. No lo digo yo, lo admitió el propio Barack Obama.
Un reconocimiento parecido debería ser imitado por el Gobierno paraguayo en un ámbito no menos crucial de la política exterior. Es hora de darnos cuenta de que, como país, no podemos seguir ignorando ni mucho menos despreciando el rol preponderante que la República Popular China desempeña en el mundo.
Pero expliquemos algunas de las razones por las cuales ese desdén constituye un craso error de la política exterior: China es actualmente la segunda economía más importante del mundo, con fuerte perspectiva de desplazar del primer puesto a los Estados Unidos.
Su población, de unos 1.350 millones de habitantes, la convierte en un importantísimo mercado potencial para la producción de alimentos de nuestro país, sobre todo considerando que cada año un significativo porcentaje de chinos pobres se suman a las filas de la clase media, con creciente poder adquisitivo para ampliar su consumo.
Las perspectivas del comercio con América Latina son inmensas.
Este año la balanza del intercambio podría alcanzar los 400.000 millones de dólares, frente a lo que apenas era de 12.000 a comienzos de la década pasada.
El rol de China en materia de inversiones también se ha potenciado enormemente en nuestra región.
China, además, es una potencia política. Miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con derecho a veto, tiene una capacidad de influencia notable en materia de política internacional.
Si a todo esto le sumamos el hecho de que existen intereses consulares que de ninguna manera deberían ser menospreciados, estamos en condiciones de calibrar la gravitación que la nación asiática tiene para el resto del mundo.
Ahora mismo, una ciudadana paraguaya está condenada a muerte por tráfico de drogas sin que el Gobierno pueda brindarle pleno respaldo por la falta de vínculos oficiales con Beijing.
¿Cómo es posible que el Gobierno paraguayo mantenga su obcecada actitud de desconocimiento y desprecio hacia una nación de tamaño peso político, económico y comercial? Se lo habrá que mencionar porque tal vez nunca se lo hayan contado: China existe.
Y es preciso actuar en consecuencia.
A esta altura, la política de la indiferencia no tiene sentido ni lugar.