Muchos pensamos que tal vez sean pocos cinco años para desarrollar políticas públicas. Aunque también vemos que más de una reelección puede llevar a la dictadura que ya no queremos.
Si se quiere reelegir a alguien, primeramente, es porque lo hizo bien en su Gobierno y hay esperanza de que repitiendo se consolide.
En este punto siempre hay que preguntarse el significado de ese “haberlo hecho bien”.
Como estamos en democracia se supone que la meta de la actuación de un gobernante debe ser el bien común. Y, cuando resulta que hay en un país tanta desigualdad, este bien común deseado tiene que ir acompañado de la equidad, virtud que nos mueve a gobernar desde los más carenciados y olvidados. De este modo, con el tiempo, habrá una mayor igualdad para el común de todos.
En los deseos de la reelección que se quieren implantar ahora hay datos que no me cuadran.
Poco o nada se hace por los trescientos mil campesinos sin tierras. Número que crece con los desalojos de campesinos tenidos y lo que se rumorea van pronto a venir.
El salario mínimo no da para comer hasta el fin del mes. Y además en la economía sumergida no se paga impunemente ni ese salario mínimo. Más de cien mil solo logran hacer changas esporádicas.
Casi dos millones de paraguayos viven en la pobreza y les es difícil la atención médica y mucho más tener medicamentos, etc.
Para querer la reelección de alguien no basta saber todo lo que ha favorecido a los que viven bien. Es necesario haber aprobado el examen de haber mejorado la calidad humana de vida de los que viven en malas condiciones.
Escribo esto porque somos una democracia participativa.