A pocos días de que se cumpla el primer aniversario del inicio de la gran revuelta estudiantil conocida como #UNAnotecalles, el ambiente en el Campus de la Universidad Nacional de Asunción, en San Lorenzo, ante el local del Rectorado y en la mayoría de las facultades, empieza a ser otra vez muy similar al de aquellos días que conmovieron no solamente al mundo universitario, sino a toda la misma sociedad paraguaya.
El miércoles, tras una sesión del Consejo Superior Universitario (CSU), que rechazó la propuesta de los estudiantes de llamar a una sesión extraordinaria de la Asamblea Universitaria para el viernes 9, decidiendo fijarla para el martes 13, los alumnos reaccionaron tomando nuevamente el local del Rectorado y reeditando la acción de protesta conocida como el cordón de la vergüenza, al obligar al actual rector, Abel Bernal, y a las demás autoridades a abandonar el lugar a través de un pasadizo en medio de la marea juvenil, en la que resultaban escrachados (repudiados) públicamente.
El descontento de los estudiantes surgió primeramente porque en la mayoría de las facultades se procedió a reelegir a decanos y a otras autoridades universitarias sin tener en cuenta la participación del alumnado.
Posteriormente, el miércoles 24, la Asamblea Universitaria desechó el proyecto elaborado durante meses por la comisión especial con los estudiantes y aprobó otro proyecto metido a último momento por el vicedecano de Derecho, Osvaldo González, lo cual fue considerado una traición a los principios del movimiento #UNAnotecalles.
Hasta ayer ya eran 11 las facultades en paro: Ingeniería, Ciencias Médicas, Politécnica, Ciencias Agrarias, Ciencias Veterinarias, Facen, Filosofía, Fada, Ciencias Económicas, Trabajo Social, Derecho y Odontología.
Lamentablemente, las actuales autoridades universitarias, que han obtenido sus cargos tras la crisis provocada por la revuelta de setiembre de 2015, pretenden seguir imponiendo el modelo de una universidad autoritaria y desfasada, que ya ha sido rechazado por la mayoría de los estudiantes.
Ello significa que la transformación de la universidad, en busca de una mejor educación, solo se dará si los estudiantes siguen movilizados y presionando en forma permanente.
La nueva crisis desatada lleva a otro estancamiento en el proceso educativo, que solo podrá superarse si los sectores enfrentados acceden a dialogar y hallar puntos de coincidencia.
El país necesita una nueva universidad, más democrática, pero también con más calidad académica.