WASHINGTON - EEUU
Hillary Clinton y Donald Trump se verán cara a cara el lunes en el primer debate presidencial de este año, un desafío complejo para la candidata demócrata a la Casa Blanca, quien tendrá por delante un adversario imprevisible.
La tarea se torna aún más crítica porque los sondeos, que hasta hace pocos meses mostraban a Clinton como franca favorita, ahora exhiben números mucho más balanceados a apenas siete semanas de las elecciones presidenciales de noviembre. Decenas de millones de estadounidenses seguirán el debate de 90 minutos, organizado en la universidad de Hofstra, próxima a Nueva York, y que deberá quebrar los récords de audiencia. Las expectativas y riesgos para los dos candidatos son diferentes. Clinton tiene mucha más experiencia en la vida pública, pero suscita muy poco entusiasmo en el electorado en general, al tiempo que de Trump, un populista adepto de fórmulas espectaculares, nadie espera que conozca al dedillo los temas fundamentales de la agenda.
El volumen de responsabilidades es menor para Trump, de 70 años, un candidato atípico e impulsivo, que en gran medida sigue siendo rechazado por la dirigencia tradicional del Partido Republicano y quien jamás ejerció cualquier cargo público. Trump nunca enfrentó la presión de un debate presidencial, aunque se haya tornado célebre como estrella de un programa de telerrealidad. Para Schiller, Trump debe “recordarles a los republicanos que él mismo es un republicano, que será un presidente republicano”.
Lawless, en tanto, añadió que precisa mostrar que “tiene el carácter para ser presidente”, lo que significa “no encolerizarse al atacar a Clinton. También deberá ser un poco más específico sobre sus propuestas”. Al fin de cuentas, todos saben que cualquier paso en falso terminará siendo repetido sin cansancio por la televisión.