En la fecha se celebra el Día de los Derechos Humanos, conmemorando la aprobación, en 1948, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El documento, elaborado por representantes de todas las regiones del mundo, es de suma importancia para la humanidad, pues establece aspectos fundamentales que deben protegerse a favor de todos sus habitantes.
Tristemente, en la actualidad se tienen corrientes de pensamiento, impulsadas por grupos ideologizados radicalizados y con fuerte financiamiento de Estados Unidos y otras naciones, que buscan instalar “nuevos derechos”, incluso violando derechos fundamentales del ser humano.
Es así que uno puede encontrarse con organizaciones como Amnistía Internacional que promueve el asesinato de niños y niñas en el vientre materno, planteándolo como un derecho humano de la mujer, en el marco de los llamados derechos sexuales y reproductivos.
Con ello, esta organización que se proclama defensora de los DDHH, termina atropellando y pisoteando artículos básicos de la Declaración Universal, como el tercero: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona"; el quinto: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”, como es el caso de los fetos humanos, que son víctimas todo tipo de prácticas, con tal de asegurar su eliminación rápida y “legal”, y hasta garantizar la protección de sus órganos para su posterior comercialización; y hasta el sexto: “Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica”.
Otras confusiones surgen cuando se busca elevar al nivel de derecho humano, gustos sexuales u opciones particulares sobre este aspecto, inclusive instalando privilegios que generan discriminaciones.
Por lo general, los “nuevos derechos” están en contradicción con la naturaleza humana, es decir, deben negar datos elementales para sostenerse, como el hecho de que el no nacido es un ser humano, con todos sus órganos en funcionamiento y desarrollándose, algo corroborado científicamente; o el desprecio al dato de que el ser humano nace varón o mujer, instalando como superior y base del derecho lo que uno piensa sobre sí mismo, su “autodefinición”, según lo establece la ideología de género, donde cada uno construye su propia sexualidad. “El error es una verdad que se ha vuelto loca”, decía Chesterton, algo que parece aplicarse en este caso, ante un tema tan justo y necesario como los derechos de los habitantes de este planeta.
Por ello, quizás el mayor desafío en este Día de los DDHH sea el recuperar el concepto genuino del ser humano, reconociendo su necesidad existencial y esa dignidad que le hace único desde la concepción; un ser cuyo vacío y soledad difícilmente se llenen con “nuevos derechos”, sino, más bien, con una mirada sincera y realista hacia sí mismo.