En medio de tanta vergüenza e indignación, me gustaría creer que la ministra del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE), María Elena Wapenka, no se ha estado quedando con un porcentaje de la remuneración que, con el presupuesto de la institución que representa, paga a dos de sus empleadas que le realizan los servicios domésticos.
Aunque, me entran serias dudas, porque la magistrada es la misma que cobraba viáticos por supuestamente dictar cursos en el interior, en los que, debía exhortar a los funcionarios a cumplir sus tareas con honestidad y ética. La realidad es que la señora no estuvo en esas charlas formativas.
Tampoco sus empleadas. Aún así, además de figurar como funcionarias técnicas del TSJE cobraban viáticos por dictar cursos. Con tantos cursos, que solo aparecen en los documentos administrativos de la Justicia Electoral para justificar la asignación de viáticos, la ciudadanía paraguaya debería ser una de las más formadas en valores democráticos y en voto informado.
Así que sigue siendo una intriga si la Wapenka, al menos dejaba que sus empleadas domésticas cobraran por completo los montos que figuran como sus salarios en el TSJE, o hacía lo que el diputado Luis María Ibáñez. Este, echando mano a la misma artimaña, nos hacía pagar a los ciudadanos los servicios de dos cuidadores de una casa de verano, haciéndoles figurar en la nómina de funcionarios de la Cámara Baja. Con este detalle: el legislador se quedaba con parte del dinero que fraudulentamente había conseguido para estos.
¿Cómo se puede llegar a tanta inmoralidad?
Dicen que el poder corrompe. Seguro que sí, pero a quien no tiene principios ni valores incorporados. No es una máxima de cumplimiento inexorable. Hombre o mujer, con títulos o sin ellos, rico o pobre, si la persona tiene conciencia moral y se conduce de acuerdo con valores, no consentirían lo que Wapenka o Ibáñez hicieron con tanta impunidad y sin remordimiento alguno.
Por eso, cuánta falta hace que la Justicia les dé su merecido a todos los que desde un cargo público, como esta señora o el legislador, cometen hechos de corrupción.
La Justicia Electoral no puede seguir siendo el botín de los partidos políticos, el emblema del prebendarismo y planillerismo. Menos aún, la caja que financia la vida opulenta y caprichos de sus ministros y directores y, de paso, a los empleados particulares de estos.