Un rasgo persistente de la cultura paraguaya –de la cual todos, en mayor o menor medida, somos reflejo– es llorar sobre la leche derramada, cuando es ya imposible recomponer la realidad, partícula a partícula.
Otra característica de nuestro ñande reko paraguayo es el pronto olvido. Un hecho puede conmover hasta el karaku de nuestro ser; sin embargo, no tardará mucho en desvanecerse, en perderse en las brumas de la desmemoria.
Aun cuando esta reflexión sea ya a partir de lo irreparable y a sabiendas de que cuanto se diga sobre el caso pronto se perderá en el oscuro dédalo de la indiferencia, la muerte de 8 personas en la ruta 3 —a la altura del kilómetro 110, 9 kilómetros antes de llegar a 25 de Diciembre—, en el accidente del ómnibus de la empresa NASA Golondrina, tiene que servir al menos para señalar que —valga la expresión— algunos accidentes no son tan accidentales como aparecen a simple vista. Existen condiciones objetivas para que sucedan.
La ruta 3 –habilitada en toda su extensión el 23 diciembre de 2003 e inaugurada por González Macchi y también por Duarte Frutos–, en el tramo de 50 kilómetros que une Arroyos y Esteros con 25 de Diciembre es de un peligro mortal.
En ese tramo, la ruta es apenas un largo espinazo que alberga el asfalto de la calzada de circulación y la banquina. Después ya es el abismo del Estero Chipá.
Con un poco más de 11 años de uso nada más, el estado de la ruta es de paisaje lunar. Ijyvykuapa, está llena de remiendos no nivelados, raspaduras y hundimientos. Estos hundimientos fueron ocasionados por los camiones transportadores de soja.
El estado de la carpeta asfáltica lleva al conductor a esquivar constantemente las amenazas al acecho. Cualquier error de cálculo lo puede llevar a un roce con otro vehículo o arrojarlo al desnivel que abre arteramente sus fauces a pocos metros.
Por si fuera poco, paralela al terraplén, está la hilera de columnas de cemento de la ANDE. Si un vehículo es tirado al vacío, sus ocupantes deben tener una suerte extraordinaria para no ser destrozados por esa evidencia de mortal irresponsabilidad.
Los ocupantes del colectivo siniestrado no tuvieron la fortuna de eludir ese escollo: un pedazo de cemento colgaba dentro del vehículo luego del accidente.
Un reventón de ruedas puede ser fruto de negligencia, pero es una verdad inapelable que una parte de la ruta 3 reúne suficientes condiciones para que un accidente no siempre sea tan accidental.