Comparo los partidos de este mundial, especialmente los últimos, con los momentos de crisis en las organizaciones, cuando la competencia es más feroz y los errores se pagan muy caro. Son los momentos en que se debe echar mano del máximo profesionalismo, todas las teorías y prácticas más excelentes y controlar las emociones para que nos sirvan de motores y no se conviertan en barreras para tomar buenas decisiones.
Los líderes son cruciales en esos momentos, no solo porque son los responsables de los resultados, sino porque se juegan todo como líderes. Del qué deciden impulsar o proponer dependerá el resultado favorable o desfavorable. En estos partidos no hay puntos medios, se gana o se pierde, se permanece en la copa o se va. No se trata de no lograr resultados y aun tener una porción del mercado interesante, acá se juega el todo o nada. Momentos extremos de enorme demanda para los líderes.
En partidos de tanta trascendencia como estos se ve con más claridad, a diferencia de otra situación, la habilidad del líder para elegir el momento preciso para la acción propuesta.
Vimos jugadores con la pelota en los pies decidir si patear al arco o pasar al compañero y los análisis posteriores de los periodistas especializados analizando qué hubiera pasado si hubiera tomado la decisión contraria. Y fue gol o no fue gol. No hay casi gol, medio gol o tanto por ciento de ganancia en un partido.
Y vimos técnicos cambiando jugadores de lugar en la cancha o cambiando la composición de los equipos para lograr el gol necesario o la atajada de los penales, o la mejor defensa de un resultado favorable, y las estrategias funcionaron o no y se tradujo en el resultado del partido.
Y también vimos que en los momentos límite los líderes no pueden esperar y tienen que tomar las decisiones bajo su responsabilidad.
Y es allí donde entra la magia y hace la diferencia entre los que saben y los grandes líderes.
Lo vimos claramente en la final, cuando el técnico alemán Joachim Löw necesitó jugarse el todo por el todo, ingresó a Mario Götze faltando solo 6 minutos, y le dijo: “Demostrale al mundo que sos mejor que Messi”.
Le dio un desafío, le encendió una pasión arrasadora, no le dijo pateá por la izquierda a tantos grados de altura para que la pelota se dirija al arco a “x” velocidad, le dijo vos sos el mejor, vos podés, hacelo.
Al terminar el partido explicó la mejor lección de liderazgo del Mundial 2014: “Yo tenía una buena sensación con él”.
El técnico del equipo que nos deslumbrara por la ciencia aplicada a su preparación técnica durante 10 años, que nunca demostró sus emociones, en el momento que las papas quemaban se dejó llevar por la intuición, echó mano de las emociones y fue con esa magia que realmente pudo hacer la diferencia, y ¡ganar!