23 abr. 2024

Cuando la pelota se mancha de corrupción

Al otro lado del silencio

Ahora resulta que todos lo sabían. ¡Claro que lo sabían! ¿Y por qué nunca dijeron nada?

No quiero cometer el pecado de generalizar, sé que hay honrosas excepciones, pero alguna vez me encantaría escuchar a las grandes estrellas del periodismo deportivo paraguayo hacer algún tipo de autocrítica sobre la extrema adulonería con que han tratado siempre a los miembros de la rosca mafiosa de los dirigentes del fútbol.

Desde la época en que empezaron a consolidarse los grandes negociados de la mafia deportiva, en los años más densos de la dictadura, insistían en presentarlos como a próceres o héroes del deporte, incluyendo al propio dictador Alfredo Stroessner, a quien siempre anunciaban como “el primer deportista del país”.

Muchos de los colegas periodistas del ámbito deportivo se han mostrado muy duros e implacables al opinar sobre el fútbol, pero casi nunca sobre política y menos sobre corrupción, como si fueran cosas distintas, cuando todos sabemos que siguen estando fuertemente vinculados.

La gran pasión popular por los colores de los más queridos clubes era hábilmente manipulada por la dictadura –y luego también por los gobiernos de la presunta era democrática–, para distraer la atención sobre muchas cuestiones más graves, incluyendo casos de criminal violación de derechos humanos.

Menos aún se han animado los exponentes del periodismo corporativo a investigar e informar sobre la oscura historia de negociados, coimas y sobornos, que ahora sale más abiertamente a luz con la acusación internacional presentada por la fiscala estadounidense Loretta Lynch contra altos dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), que involucra al ex titular de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), el paraguayo Nicolás Leoz, contra quien hay orden de captura internacional, y al actual presidente del organismo, Juan Ángel Napout, también incluido en la investigación sobre el esquema de coimas de 110 millones de dólares durante cuatro Copas América.

“La pelota no se mancha”, había dicho el gran astro argentino de fútbol Diego Maradona, defendiéndose de las acusaciones por presunta drogadicción. En este caso, lamentablemente, sí. Uno de los deportes más bellos, más populares y queridos en todo el mundo, como es el fútbol, aparece lamentablemente manchado de corrupción por la acción de una mafia que lo ha convertido en gran negociado, en fuente de enriquecimiento ilícito. Y, lamentablemente, el Paraguay aparece nuevamente retratado como el escenario privilegiado que favorece la impunidad de los mafiosos, defendidos por un sector de la prensa como grandes héroes deportivos.