En esta época del siglo XXI que está comenzando, todo se mueve. Estamos como en un terremoto. Estamos en crisis. En Paraguay, también.
¿Por dónde comenzamos a hacer el recuento?
Lo que más me duele, al menos a mí, es la creciente pobreza, acompañada de la inmensa nueva riqueza de los pocos, que ya tenían mucho.
El capítulo de la enmienda es solo un episodio de competencia entre los dos grupos de los pocos para ver quién se queda con el bocado mayor.
Indígenas, campesinos, bañadenses son los que más sufren el expolio y el desalojo en sus tierras.
Los grupos organizados de jóvenes y campesinos son los que más posibilidades tienen de cambiar esta crisis profunda de la sociedad paraguaya.
Lamentablemente, estas organizaciones son pocas, débiles y distanciadas unas de otras.
Paraguay necesita un barrido profundo en la clase política. Como dijo el papa Francisco: “La Patria es primero, luego el negocio”.
Los políticos han cambiado el orden. Es necesario crear una nueva estructura política (en otros países también lo están intentando) con hombres y mujeres nuevos. En esta búsqueda creativa, la juventud tiene mucha influencia.
Existen problemas concretos a los que hay que dar solución: limitar los latifundios y ponerles impuestos grandes por la cantidad de tierra; frenar taxativamente la extensión de la soja; impuestos a la exportación de la soja y aumentar gradualmente según las ganancias el impuesto a la renta personal; una educación de calidad, que no aumente la desigualdad, que incluya la formación personal y social de los educandos; salud preventiva, para todos los médicos y medicamentos, etc., etc.
La enmienda es solo la punta del iceberg.
Si luchamos por solucionar la crisis profunda de la sociedad paraguaya, venceremos.
Dios y el pueblo están con nosotros.