Lo novedoso es el cambio de tendencia en la pobreza extrema respecto a los años anteriores. La tasa de pobreza extrema estaba 21,7% en el 2002, había permanecido en un rango del 18/20% desde el 2004 en adelante y se redujo entre el 2012 y el 2013 al 10,1%. Estos datos implican que miles de personas salieron de la pobreza y de la pobreza extrema en la última década.
Estos resultados son esperables si observamos lo que ocurre con todos los países que han experimentado un crecimiento económico acelerado.
El buen desempeño que tuvo la economía local desde el 2004 impactó positivamente. El crecimiento promedio entre el 2004 y el 2013 fue del 4,8%, uno de los más altos de América Latina en ese periodo. Este crecimiento incrementó los ingresos de las personas.
En las áreas urbanas, generó puestos de trabajo asalariados y más ingresos en el caso de los cuentapropistas. La creación de empleos fue muy importante desde el 2007, a un ritmo promedio de 110.000 puestos anuales, entre asalariados y cuentapropistas.
En las áreas rurales, nuevos rubros y mayor producción en la agricultura familiar campesina. En la EPH 2013 se observa la aparición de nuevas fuentes de ingreso con el cultivo de mandioca, sésamo, poroto negro y la introducción de la soja y el maíz, que les ha posibilitado a muchos salir de los niveles de pobreza extrema.
Por otro lado, el crecimiento ha incrementado las remuneraciones de los asalariados. El número de trabaja- dores que ganan el salario mínimo o más en el área metropolitana se ha incrementado del 56% en el cuarto trimestre del 2010 al 75% en el cuarto trimestre del 2013.
Por lo tanto, los paraguayos hemos sido capaces de generar más oportunidades para nuestros compatriotas en esta última década y muchos salieron de la pobreza con su propio esfuerzo y por sus propios medios.
Sin embargo, aunque han mejorado los ingresos, los niveles de vulnerabilidad son muy elevados.
La economía es volátil por su base agropecuaria dependiente del clima y de precios fijados en mercados internacionales, ambos volátiles e impredecibles. Además, tenemos vecinos con economías recurrentemente inestables que nos afectan negativamente.
Por otro lado, las políticas sociales aún no están consolidadas en cobertura, en su estabilidad así como en su focalización, para actuar de manera anticíclica.
Por lo tanto, si bien bajó la pobreza, esto es aún frágil y pueden haber reversiones si la economía enfrenta dificultades climáticas o de precios internacionales o una prolongada inestabilidad en las economías vecinas.
Para consolidar esta tendencia de reducción de pobreza y reducir la vulnerabilidad, es necesario consolidar la política económica prudente, a través de la implementación plena de la Ley de Responsabilidad Fiscal e incrementar la inversión en infraestructura a través de la Ley de Alianza Público-Privada (APP).
Asimismo, para mitigar la vulnerabilidad, debemos incrementar la inversión pública en servicios públicos de salud, educación, capacitación laboral, etc., y fortalecer la seguridad social. Para ello, es necesaria una reforma tributaria que incremente gradualmente los recursos del Estado en, por lo menos, 2% del PIB para encarar estas inversiones adicionales.
Estamos en el camino correcto, profundicemos las reformas para avanzar más rápido.
Ex ministro de Hacienda, economista de Desarrollo en Democracia (Dende)