“Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”. Elijo estas palabras de Julio Cortázar para recordar su cumpleaños número 100 que se recordará mañana.
La actitud ante las cosas que él se atribuye es fundamental para lograr la literatura de altura que logró en su vida, pero también es lo que siempre se nos recomienda ante cualquier situación de la vida: ser críticos, no aceptar todo al pie de la letra.
Cortázar nunca negó que la situación social de sus semejantes mucho no le interesaba hasta su momento de llegar a París. Sin embargo, las corrientes de pensamiento y los nuevos amigos le fueron cambiando de mentalidad.
Cuando su carrera como escritor empezaba a tener notoriedad en el mundo, al mismo tiempo empezaron a interesarle situaciones políticas en la que opresión contra los débiles o la injusticia social eran el común denominador.
Ese cambio de mentalidad solo puede ser logrado si antes hay una predisposición a lo nuevo, si nos situamos frente al mundo con una apertura de mente a sabiendas que nuestros dogmas pueden ser refutados.
Esta actitud siempre la tuvo Cortázar, eso le permitía acceder constantemente a nuevas personas, a experiencias plurales que luego aprovechaba para recrearlos en sus cuentos y novelas.
Pero un escritor no es solamente un fabulador, un artífice de la palabra con la cual reconfigura lo cotidiano y lo pone en cuestión. Las ideas sobre el papel del escritor comprometido calaron en su espíritu y lo llevaron a nuevos planteamientos. Su ética profesional se volvió más política. Cortázar empezará a ser conocido también como denunciador, como una figura que usaba su pluma a favor de los desposeídos.
Muchos lo atacarán acusándolo de intentar una pose intelectual parisina. Sin embargo, él no cederá, seguirá en su nuevo rol hasta el final a pesar de que molestaba a algunos colegas que en principio eran de su misma línea política pero que estaban carcomidos por el resentimiento. Él prefería molestar, más aún a aquellos que no eran de su línea política y lo veían como un contestatario.
Si Cortázar fue funcional o no al sistema aunque él pensase que era su oponente, es una cuestión que requiere un análisis mucho más fino. Salirse del sistema es de una dificultad casi aporética en nuestro mundo globalizado. Prefiero al menos a aquel que se inquieta y quiere inquietar al resto. Ese fue Cortázar, y creo merece también ser recordado en su accionar político, que nunca más se desligó de su maravillosa escritura.