Aunque muchos no lo quieran admitir, la gran batalla que se libra hoy en Paraguay –muy tímidamente para mi gusto– encuentra su más fiel reflejo en la Contraloría General de la República (CGR).
Por un lado, secretarias vip, afortunados asistentes, amigas, novias y amantes con escandalosos salarios, todos puestos ahí por supuestos favores políticos. En realidad son cupos de políticos corruptos, que llegan al poder con la única intención de desangrar al Estado. Seudos dirigentes que encima tienen el tupé de empacarse y aferrarse al cargo.
Sí, sí, así tal cual lo está haciendo ahora el contralor general, Óscar Velázquez.
La impunidad institucionalizada existente en Paraguay hace que a ese tipo de personas no les importe aparecer en los medios de comunicación acusados de corruptos. Es que no solo saben y están seguros que a nivel judicial la cosa la tienen resuelta, sino que tampoco habrá reclamo alguno ni consecuencias a nivel social.
Estos hombres o mujeres no son puestos ahí por su idoneidad ni nada por el estilo, sino porque responden a los intereses de un grupo o personas en particular para beneficio de esos grupos o individualidades, pues ni siquiera responden a sus partidos o movimientos políticos.
Obviamente, sus entornos, tanto familiar como social, lo saben y muchas veces están incluso involucrados en el affaire de turno. Es decir, no tienen quien les reclame absolutamente nada.
En el otro extremo están las personas –todavía son una minoría, hay que admitirlo– a quienes sí les importa y exigen una sanción. De ahí que me parece auspicioso y destacable la manifestación y repudio hechos por un grupo de funcionarios de la Contraloría General de la República pidiendo además la salida del contralor y de todas las personas involucradas en el escándalo de las “horas extras”.
El Gobierno y específicamente el Congreso Nacional tienen ahora la brillante oportunidad de iniciar –si quieren– ese tan esperado y ansiado cambio en el país.
Del paso que den en este caso sabremos cuán interesados están o no en modificar este estado de cosas.
Con la decisión que asuman es que veremos cuánto hay de real en sus discursos. Porque hasta ahora lo único que han hecho es hablar.