Horacio Cartes ha dicho lo que debía decir al anunciar que su Gobierno ratificará el acuerdo de París, concertado a fines del año pasado en la COP 21, la cumbre sobre el cambio climático. Ahora el presidente debe asegurarse de que la ratificación sea un hecho y no una mera declaración.
Para cumplir con lo acordado en París, o sea, para controlar el cambio climático impidiendo que la temperatura global supere cierto límite, cada gobierno debe hacer un diagnóstico de lo que su país contamina y un plan para reducir esa contaminación. Que yo sepa, el Gobierno paraguayo no ha dado esos pasos.
Mientras nuestro Gobierno promete luchar contra el cambio climático, hay gobiernos que optan por el ñembotavy; para hacer que todos se comprometan y que los compromisos se cumplan, se organizan una serie de manifestaciones pacíficas, a nivel mundial, entre el 3 y el 15 de mayo. Sobre las manifestaciones y sus organizadores, existe un excelente video en internet, Disobedience, de unos 40 minutos. Mirando esas imágenes me siento reconciliado con la globalización; mejor dicho, con sus aspectos positivos, porque también hay negativos, como la generalización de los delitos, incluyendo los que dejan grandes ganancias que se colocan en los paraísos fiscales.
En Disobedience aparecen figuras destacadas en la lucha por la conservación del planeta, como Naomi Klein, autora de La doctrina del shock (disponible en internet), y Bill McKibben, fundador de la oenegé 350.org. 350 significa que, para evitar el desastre, se debe reducir el carbono de la atmósfera, que está en 400 partes de carbono por millón, a 350 o menos.
Lo que se dice en ese sitio (entre otras cosas) es que el 80% de las reservas conocidas de petróleo, gas y carbón deben quedarse donde están, bajo la tierra, en vez de extraerse y quemarse, para evitar un recalentamiento global catastrófico. Las manifestaciones mundiales que irán desde el 3 al 15 de mayo, precisamente, son para oponerse a la explotación de los yacimientos de petróleo, gas y carbón, que pueden dar grandes ganancias a las empresas explotadoras y miseria al resto del mundo. Dejarlos bajo la tierra exige utilizar fuentes alternativas de energía, como la solar o la eólica. ¿Una utopía? No, porque ya existe la tecnología, y el futuro está ahí. El pasado es el carbón, y se lo percibe: Peabody Energy, la compañía carbonera más grande del mundo, se va a la quiebra.