También podemos ofrecer por ellas las indulgencias que ganamos en la tierra; nuestras oraciones, de modo especial el santo rosario; el trabajo, el dolor, las contrariedades, etc.
El dolor, la enfermedad, el sufrimiento son una gracia extraordinaria del Señor para reparar nuestras faltas y pecados.
Nuestro paso por la tierra, mientras esperamos contemplar a Dios, debería ser un tiempo de purificación.
El papa Francisco, en una de sus celebraciones del Angelus a propósito del día de la fecha dijo:
“Entre ayer y hoy tantos visitan el cementerio que, como dice esta misma palabra, es “lugar de reposo”, en espera del despertar final. ¡Es bello pensar que vendrá Jesús mismo a despertarnos!
Jesús mismo ha revelado que la muerte del cuerpo es como un sueño del cual Él nos despierta.
Con esta fe nos detenemos, también espiritualmente, ante las tumbas de nuestros seres queridos, de cuantos nos han querido y nos han hecho el bien.
El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonio de una confiada esperanza, radicada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre el destino humano, porque el hombre está destinado a una vida sin límites, que tiene su raíz y su cumplimiento en Dios.
Con esta fe en el destino supremo del hombre, nos dirigimos ahora a la Virgen, que ha sufrido bajo la cruz el drama de la muerte de Cristo y ha participado después en la alegría de su resurrección. Nos ayude ella, puerta del cielo, a comprender siempre más el valor de la oración de sufragio por los difuntos.
Nos sostenga en la cotidiana peregrinación sobre la tierra y nos ayude a no perder jamás de vista la meta última de la vida que es el Paraíso. Y con esta esperanza que no nos defrauda jamás, ¡sigamos adelante!”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal y http://es.radiovaticana.va/news/2014/11/02/papa,_%C3%A1ngelus,_fieles_difuntos_recordar_a_todos/1109975)