En esta época del año, con los niños y jóvenes de vacaciones es cuando uno descubre el escaso, si no nulo, esfuerzo de las municipalidades en el plano cultural y en las ofertas de servicios que incluyan actividades de esparcimiento.
Porque las intendencias que, se supone, tienen una dirección de Cultura, deberían ofrecer durante todo el año cursos de danza, música, teatro, bibliotecas, y contar con sus elencos artísticos.
A precio simbólico o gratuitamente, los niños deberían acceder a la posibilidad de aprender a ejecutar algún instrumento, bailar, a practicar fútbol y hasta a recibir refuerzo educativo. También debería haber actividades para los adultos y adultos mayores.
En la actualidad, en lugar de ampliarse este tipo de propuestas, se reducen o directamente desaparecen.
Las posibilidades de inclusión de niños de cualquier clase social a actividades como las señaladas se redujeron. Solo las familias más pudientes pueden pagar cursos extracurriculares para los niños y adolescentes en instituciones privadas.
Salvo la Municipalidad de Asunción, que todavía conserva sus instituciones educativas y culturales, la mayoría de las otras comunas relegaron o terminaron con estas, y no cuentan con una agenda cultural y mucho menos con programas sociales.
El déficit en materia de servicios sociales es lamentable, y esto sí afecta hasta a la Municipalidad capitalina. Si el acento estuviera puesto en este campo, no habría un solo hermano indígena hurgando en las canastas de desperdicios, ni mendigos, ancianos o personas con discapacidad mental abandonados y deambulando como zombis por el microcentro.
El gobierno local representado por una alcaldía, ayuntamiento o municipalidad es el que mejor conoce las necesidades, aspiraciones y características de la comunidad que administra. Se supone que tiene identificadas sus zonas más vulnerables y conocer, mejor que cualquier otra institución del Estado, las características de la población a la que debe servir y proteger.
Además de reparar y mantener transitables las calles, dirigir el tránsito, cobrar tasas, otorgar licencias de conducir, precintas y habilitación, autorizar y fiscalizar obras, organizar el territorio, recoger y disponer los residuos, etc., las municipalidades tienen que ocuparse de la situación social de la gente, y ser celosas porque su población pueda ejercer todos los derechos. Entre ellos, el derecho al ocio.
Tienen que prever espacios públicos para que se junten las personas de la tercera edad, para los niños y jóvenes. Deben generar actividades culturales y disponer de centros para atender a la población marginada y en situación de vulnerabilidad. Por medio de alianzas con el sector privado e instituciones del Gobierno central, todo es posible, si colocan en el centro de sus acciones a las personas. La falta de infraestructura o de presupuesto no es una excusa.