19 abr. 2024

Cómo hablamos los paraguayos

Como pasa en otros países, el castellano que se habla en Paraguay está influido por múltiples factores, que le han dotado de rasgos particulares y distintos a los de otras regiones del continente. Si nuestra versión del español es correcta o no, sigue siendo tema de discusión. Vida le acerca la opinión de los expertos.

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“Voy a venir ahora el lunes para quitarte la foto”. Cualquier paraguayo entiende esta oración, que no deja espacio para otras interpretaciones. Pero si entre la audiencia hay algún extranjero, el mensaje le resultará confuso y contradictorio. No nos damos cuenta, pero nuestro castellano es a veces inentendible para quienes no están familiarizados con esta peculiar forma de hablar.

Decir que algo va a ocurrir ahora, y al mismo tiempo que lo hará en otro momento, y usar “quitar” como sinónimo de “sacar”, cuando uno toma una fotografía, es erróneo en cualquier otro país que no sea Paraguay. La conclusión fácil, incluso para muchos compatriotas y puristas de la lengua, es que el paraguayo habla mal el español. ¿Es esto así realmente?

“El paraguayo habla en castellano paraguayo”, responde el periodista y escritor Mario Rubén Álvarez. Y agrega que “todas las regiones de América adoptan la matriz general, que es la lengua española, pero acomodan el idioma a su realidad; intervienen, cortan, alargan, le inventan significados, etcétera. Hablamos una variedad paraguaya del español”.

Álvarez recuerda además que el castellano paraguayo tiene la “intrusión” del guaraní, lo que genera otro tipo de construcción (gramatical) a la hora de hablar. “A veces parece que uno habla en castellano en guaraní y en guaraní en castellano. No es tan sencilla la cosa y no puedo decir que hablamos bien o hablamos mal el castellano: hablamos en paraguayo”, recalca.

Males
La profesora Estela Appleyard de Acuña (o Inca Appleyard, como es conocida familiarmente en la comunidad académica y entre sus alumnos) opina a su vez que el paraguayo promedio sí habla mal el castellano, y cita entre los principales defectos los errores de concordancia y número.
Appleyard agrega que ese error no es el único y advierte que también se utilizan términos de manera equivocada, algo que se está volviendo corriente incluso en los medios de comunicación, según su opinión.

“Me estoy fijando últimamente en la radio, en la tevé, en los periódicos (más en el habla que en el contenido) y me desespera porque es tan desprolija la forma en que hablamos. Decía un periodista deportivo antes de un clásico: ‘Vamos todos a la cancha con mucha pasividad’. No se puede ir a la cancha con pasividad, que significa indiferencia; lo que quería decir es que debemos ir en forma pacífica. Pero le salió un disparate”, cuenta Inca.

Pero hablar bien o mal, en cualquier idioma, va más allá de los giros y usos regionales, y depende, en todo caso, de un buen o un deficiente sistema educativo. Álvarez afirma que en el país sí hay quienes hablan de manera incorrecta el castellano y también el guaraní.

“Algunas cosas son evidentes, porque si uno no pronuncia bien las ‘eses’ o acorta indebidamente las palabras, está hablando mal. Eso es porque la educación no nos enseña a ser bilingües coordinados”, señala Álvarez.

Esta opinión es compartida por Appleyard, para quien la responsabilidad recae sobre el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), “que no termina de decidirse a alfabetizar en guaraní al niño que habla en guaraní y paralelamente empezar con la enseñanza de la segunda lengua, para que cuando el chico llegue al sexto grado, sea un bilingüe coordinado, que hable bien el guaraní y también el castellano”.
Ser bilingüe coordinado, según Álvarez, es dominar tanto el mecanismo (de construcción de las oraciones) del castellano como el del guaraní, “aun cuando dentro de la lengua metamos nuestra propia idiosincrasia, nuestra creatividad, nuestro sabor paraguayo”.

Características propias

Parte de las particularidades del castellano paraguayo proviene de su convivencia con el guaraní, que –como ya vimos– tiene incidencia tanto en la gramática como en la semántica, un fenómeno presente en cualquier comunidad bilingüe (o de más lenguas), y que ha hecho que la versión que hablamos del español incorpore expresiones propias de nuestro otro idioma, traduciéndolas literalmente.

El calco semántico es común en una u otra lengua y suele no ser percibido por el oído del paraguayo nativo. Pero para otros hispanohablantes, y también para extranjeros que se comunican en otro idioma pero aprendieron el español, puede resultar incomprensible.

Los ejemplos son numerosos, y algunos de ellos los compartimos con nuestros lectores en los recuadros que acompañan este texto. Cada uno puede extender la lista agregando los que conoce. Con seguridad, todos sonreirán al leer los ejemplos, pero si bien esta realidad no deja de tener su encanto y simpatía, podría ser erróneo persistir en hablar de esta manera.

De nuevo, los entendidos tienen opiniones contrarias en el tema. Álvarez considera que el calco semántico es parte del castellano paraguayo. “Usamos bastante mal las preposiciones si vamos a ceñirnos a las reglas de la Real Academia Española (RAE). Por ejemplo, decimos “se fue en Itauguá porque en guaraní (oho Itauguápe) el ‘pe’ se utiliza indistintamente como ‘a’ o ‘en’”.

Decir “Fulano le parece a Mengano”, donde la palabra “parece” se usa como sinónimo de “se parece” o “se le parece” es común en el castellano local, pero no en el de otros países, lo que también confunde al foráneo. Álvarez, sin embargo, cree que es una acepción que el paraguayo le agrega al idioma pero que otro paraguayo entiende.

“Una palabra entra cuando su significado es suficientemente comprendido por una gran cantidad de personas. Si el de Encarnación o el de Ciudad del Este entienden, quiere decir que es una acción más que la RAE debería aceptar. Esa construcción ya está aceptada y se entiende, y creo que a la larga la Academia va a tener que incorporarla, sobre todo por su uso muy extendido”, afirma el periodista.

Inca, por su parte, sostiene que los calcos semánticos constituyen vulgarismos que deberían evitarse, y afirma que no porque el interlocutor entienda lo que uno está diciendo la oración es correcta.
Un caso diferente es el de las palabras que tienen un significado adicional en el español paraguayo, como por ejemplo la contenida en la expresión “me hallo”, en la que el verbo –en infinitivo– “hallarse” debe ser traducido como “alegrarse”. La docente considera válida esta forma y la integra a la lista de paraguayismos.

Álvarez justifica estos cambios en nuestro castellano y dice que el paraguayo lo hace a modo de venganza contra la imposición de una lengua, que es la del dominador. “El guaraní de alguna manera juega a ser veedor del castellano”, asegura.

Señala además que los esfuerzos hechos para acortar la distancia entre el castellano y el guaraní, “de esa situación de superioridad e inferioridad, que a veces no es tan explícita sino solo tácita y que se da en la práctica, hace que el guaraní hablante o el castellano hablante paraguayo tome las palabras de este idioma y le invente su propio significado según se le antoja”.
Álvarez dice que el paraguayo resignifica o resemantiza el castellano, y le cambia significados sin importarle que la RAE acepte o no esa acepción. “Yo no concluyo si hablamos bien o mal; hablamos en paraguayo, con la situación particular de que somos un pueblo bilingüe, mestizo, en el que una lengua entra en la otra, de manera mutua”, asegura.


“Los vulgarismos existen en todos los países; en todo el mundo el pueblo habla mal a menos que estén bien escolarizados”, asevera Appleyard, quien, aunque crítica con el hablante paraguayo promedio, considera que el castellano usado en nuestro país es tan válido como el hablado en otras naciones hispanoparlantes, incluida España.

Hablar en paraguayo, con sus variantes regionales, debería hacerse con orgullo, porque es parte de nuestra identidad como pueblo, único y distinto. Y combinado con nuestros acentos, es un atractivo para la curiosidad de quienes nos visitan. Aunque les cueste entendernos.

Texto: Carlos Darío Torres

Fotos: Fernando Franceschelli


Solo para
paraguayos
Le pegó todito mal: calco semántico de la oración en guaraní “oinupa (ombuepoti) vai paite ichupe (chupe)”, que equivale a “le dio una paliza (tunda, golpiza)”.
Voy a venir: traducción literal de la expresión en guaraní “aháta aju” utilizada como sinónimo de “voy y vuelvo”.
Me voy a ir ahora mañana: calco semántico de la oración en guaraní “aháta aga ko’ẽro”, en el que el “ahora” enfatiza cuándo ocurrirá la acción.
Te voy a contar ahora después: traducción literal de la expresión en guaraní “amombe’úta ndéve anga upéi”, en la que el “ahora” enfatiza cuándo se cumplirá la acción prometida.
Después ahora te voy a traer: calco semántico de la oración en guaraní “upéi anga aguerúta ndéve”, en el que el “ahora” cumple una función dilatoria, lo que puede significar que la acción o promesa posiblemente no se realice o sea postergada indefinidamente.
Te dije luego: expresión en la que el “luego” enfatiza la acción anterior; es una traducción libre (no literal) de la oración en guaraní “ha’e voi ningo ndéve”.
Anda por su cabeza: calco semántico de la expresión en guaraní “oiko iñakãre”, que significa más o menos “hace con su vida lo que quiere” o “vive según su capricho"; tiene siempre una connotación negativa y se refiere a una persona con poco juicio.
Dónde vamos a saber todo: traducción literal de la oración en guaraní “moo piko (moóiko, moópio) jaikuaapáta”, que podría considerarse equivalente a “vaya uno a saber” o “cómo podríamos conocer todos los detalles”.
Vení un poco (mirá un poco, etcétera): calco semántico de la frase en guaraní “ejumína (ehechamína, etcétera)”.
Hay que viene: de la oración en guaraní “oĩ oúva”, que se utiliza como “alguien viene (llama a la puerta)”.
Quité cinco en el examen: paraguayismo que considera a “quitar” como sinónimo de “sacar” en TODOS los casos (otro ejemplo, “quitó una foto” por “sacó una foto”).
Fernando le parece a Javier: confusión entre “parecer” y “parecerse"; debe decirse “Fernando se parece a Javier” o “Fernando se le parece (a Javier)”.
Me voy en Areguá: Uso erróneo de la preposición “en” en lugar de “a” por influencia del guaraní, en el que la preposición “pe” equivale a ambas.
Me hallo demasiado: paraguayismo que significa “estoy muy feliz” o parecidos.
Ya viene el camión: paraguayismo en el que camión se usa para designar al autobús de línea.
Voy a andar por mi mamá: traducción literal del guaraní “aháta aiko che sýre"; significa “voy a cuidar a mi madre” o “voy a acompañar a mi madre”, si por ejemplo, esta se encuentra internada.
Demasiado mucho: calco semántico de la frase en guaraní “hetaiterei”.
Habló por mí: traducción literal de la expresión en guaraní “oñe’ẽ cherehe”, y por esta razón, uso incorrecto de la preposición “por"; equivale a “habló de mí”.

¿Y después?: del guaraní "¿ha upéi?”, que equivaldría a "¿qué hay de nuevo?”