Stroessner toleraba la corrupción, pero no comprometía al Estado en las corruptelas de sus amigos. En el affaire Gramont, la Justicia suiza estuvo por debajo de la stronista, pues sancionó lo ilegal.
En esa estafa hubo tres protagonistas: Gustavo Gramont, cónsul paraguayo en Ginebra; Francesco Nicoletti, directivo del Overland Trust Bank (OTB), un banco quebrado posteriormente, y Roberto Ruberti, entonces presidente de la SACE, una empresa pública italiana. Los tres fueron presos y procesados, pero el presunto culpable es el Paraguay, al que se le reclama devolver el dinero birlado por ellos.
Stroessner no estaba enterado de la maniobra, urdida en 1986 y 1987. La primera notificación oficial la recibió el Gobierno paraguayo en 1990; lo que siguió fue el regalo, para la democracia paraguaya, de dos naciones civilizadas y amigas, Italia y Suiza (sobre la SACE, véase mi artículo El sachazo, ÚH, 30/10/15).
¿Cuándo comenzó la historia? Para dar una fecha, el 23 de mayo de 1986, cuando el cónsul paraguayo en Ginebra, Gustavo Gramont, fraguó un contrato para la construcción de una planta procesadora de cítricos en el Paraguay.
El financiamiento quedó a cargo de un grupo de bancos capitaneados por Nicoletti. La maquinaria y la construcción correspondían a una empresa italiana, Macchine Alimentari Transporti (MAT). La operación estaba garantizada por la SACE y por el Gobierno del Paraguay...
Bueno, esto era parte de la componenda, porque Ruberti, el presidente de la SACE, recibió una coima para garantizarla y el Gobierno del Paraguay nada sabía de la deuda, pagadera en cuotas a partir del 12 de marzo de 1990; después de que la fábrica de cítricos estuviese terminada y en operación. No se la terminó porque no había interés en terminarla; el interés no era industrial, sino financiero.
¿Quién se benefició con el crédito? Directamente, Gustavo Gramont y su esposa Gloria Morínigo, presidente y vicepresidenta de la procesadora de frutas, la empresa Rosi SA. ¿Quién garantizó el crédito? Gustavo Gramont, como embajador del Paraguay en Suiza.
¿Había embajada del Paraguay en Suiza? No, y se lo podía comprobar en la guía telefónica. Que los papeles firmados por la empresa privada llevaran el membrete “República del Paraguay” y el sello “Embajada del Paraguay en Suiza” fue una maniobra burda que se aceptó porque se la quiso aceptar. Nadie engaña a un banquero, ni mucho menos a un banquero atorrante.
¿Cuánto dinero se prestó? En mayo del 86, 40 millones de francos suizos (unos 25 millones de dólares), según el contrato. Gramont, beneficiario y garante, recibió una comisión de 6 millones de dólares.
Por eso no deben sorprender los sobrecostos: en setiembre del 86, hubo uno de 6.700.000 francos y, al año siguiente, otro de más de 4.000 millones de liras italianas.
Después se le dio un segundo crédito a Gramont, todavía más turbio, que ya no puedo comentar por falta de espacio.
Para la Justicia suiza, todo fue legal, los pobres banqueros se engañaron de buena fe, el Paraguay debe devolver el dinero que ni pidió ni recibió. ¡Viva el Primer Mundo!