Da la impresión de estar anclados en un estado de “Viernes Santo” por nuestros sufrimientos. La visión diaria de los poblados de hule negro en nuestro Bañado Sur golpea demasiado.
Teniendo en cuenta el nivel de la nación y con todas las variantes existentes, la veo como un museo con ejemplos de todas las épocas de la historia.
La esclavitud de los mensús perdura todavía en la manera de vivir sometida de los actuales peones de estancias. En mi reciente viaje a Concepción he recibido testimonios de ello por medio de personas que lo conocen en estancias de nacionales o extranjeros. Época feudal que no acaba de desaparecer.
Un campesinado independiente, pero empobrecido en grado máximo por falta de tierra, existe hasta que desesperado huye a la periferia de las ciudades. Y no digamos nada de la degradación de nuestros hermanos indígenas mendigando en ellas.
Crece y desaparece para iniciarse de nuevo el incipiente capitalismo en las despensas de barrios. Y en las hilanderías de confección de ropas de los coreanos, con condiciones de salarios y trabajo ya anacrónicas. Y los carritos a manos haciendo el reciclaje por las calles para comer con un diez mil, al menos, los días que no llueve. Y las condiciones de trabajo en Cateura. Y con ellos los miles y miles que no tienen empleo ni esperanza de encontrarlo.
Todo esto abarca el Paraguay empobrecido que ronda el 50% de la población. Añadan la clase media endeble (40%), la acomodada (9%) y la acaudalada (1%).
Vivimos en un modelo socioeconómico excluyente que tiene que desaparecer. Vivimos, desgraciadamente, como se vivía en Europa del siglo XIX.