18 mar. 2024

Comedores infantiles, una solución ciudadana al auge de la pobreza en Japón

Tokio, 24 mar (EFE).- Al salir de clase y aún cargados con sus mochilas, decenas de colegiales acuden en la periferia de Tokio a un comedor que sirve cenas gratis a quienes no pueden permitírselas, una escena cada vez más habitual en el aparentemente próspero Japón.

Al salir de clase y aún cargados con sus mochilas, decenas de colegiales acuden en la periferia de Tokio a un comedor que sirve cenas gratis a quienes no pueden permitírselas, una escena cada vez más habitual en el aparentemente próspero Japón. EFE

Al salir de clase y aún cargados con sus mochilas, decenas de colegiales acuden en la periferia de Tokio a un comedor que sirve cenas gratis a quienes no pueden permitírselas, una escena cada vez más habitual en el aparentemente próspero Japón. EFE

Los niños enuncian el correspondiente “itadakimasu” (equivalente al “que aproveche”) con las manos juntas y la cabeza inclinada en señal de agradecimiento, y acto seguido devoran un menú compuesto por arroz, sopa miso, ensalada y guiso de costillas, y preparado por ellos mismos junto con los voluntarios que gestionan el centro.

Este tipo de comedores, denominados “kodomo shokudo” (cafeterías para niños), han proliferado en la tercera economía del mundo como solución improvisada por los ciudadanos para hacer frente al alarmante auge de la pobreza infantil y ante la inoperancia del Gobierno.

Pese a la percepción generalizada de Japón como uno de los países más igualitarios del mundo, la pobreza ha avanzado de forma implacable en la última década entre los grupos demográficos más vulnerables y afecta ya a 3,5 millones de niños, o uno de cada seis menores de 17 años, según los últimos datos oficiales.

“No esperamos que el Gobierno haga algo al respecto, sino que nos preguntamos cómo podemos ayudar nosotros”, explica a Efe Akiko Seo, gestora del “kodomo shokudo” ubicado en el barrio de Yoga, donde se ofrecen comidas gratuitas para menores de 16 años y por 300 yenes (2,4 euros/ 2,6 dólares) para quienes superen esa edad.

El centro acepta a comensales “de todo tipo” y “sin cuestionarles si vienen de un entorno de pobreza”, señala Seo. La mayoría son vecinos de esta zona del sur de Tokio donde coexisten una elitista escuela internacional, modernas cafeterías, centros comerciales y viviendas visiblemente modestas.

Los pequeños ayudan a cocinar y a servir los alimentos junto a la veintena de voluntarios del comedor en un ambiente de jolgorio y ajetreo, lo que no altera el eficiente reparto de tareas ni impide que la cena esté sobre las largas mesas compartidas a la hora prevista.

El centro sirve estas cenas caseras una vez al mes -al igual que otra decena de “kodomo shokudo” repartidos por el mismo barrio- y en esta ocasión recibe a 110 personas, la mayoría niños que en algunos casos vienen acompañados por sus madres.

Este comedor se financia principalmente con “crowdfunding” y donaciones de particulares y empresas, además de recibir una ayuda de la administración local y de operar en una sala cedida por el ayuntamiento, señala Seo.

En todo Japón hay más de 320 comedores de este tipo ubicados en lugares como apartamentos particulares, templos budistas, cafeterías o centros deportivos, lo que supone un incremento notable desde la veintena que existían en 2013.

Los “kodomo shokudo” cumplen una “importante función pública” al ofrecer a los niños lo que sus padres no pueden permitirse por falta de tiempo o de recursos económicos, dice a Efe la experta en asuntos sociales Masumi Kanazawa, quien también destaca la contribución de estos centros para evitar el “aislamiento social” de los pequeños.

En Japón “apenas existen lugares gratis o baratos donde los niños puedan estar fuera de las escuelas”, lo que hace que muchos menores estén solos en casa o en la calle mientras sus padres -y sobre todo madres solteras, uno de los grupos demográficos en mayor riesgo de pobreza- completan sus largas jornadas laborales, añade Kanazawa.

Esta profesora de la Universidad Momoyama Gakuin de Osaka apunta al alto coste que acarrea la escolarización pública en Japón, pues aunque ésta sea gratuita hasta los 15 años, conlleva gastos en uniformes, excursiones y otras actividades extraescolares o material escolar “que muchas familias no pueden permitirse”.

El estancamiento de la economía nipona y la creciente precarización laboral han desembocado en una caída del poder adquisitivo de las clases medias y bajas niponas, lo que hace que las desigualdades sean cada vez más palpables, pese a el país roce el pleno empleo.

Un informe publicado el pasado abril por UNICEF que clasificaba a los países desarrollados según sus índices de pobreza infantil e igualdad situaba a Japón en el puesto 34 de un total de 41, sólo por delante de España, Grecia, Israel o Italia.

Aunque el Ejecutivo de Shinzo Abe ha aprobado en los últimos años varios planes y partidas presupuestarias específicos para apoyar a los más desfavorecidos, actualmente sólo un 2 por ciento de la población recibe algún tipo de asistencia pública.

Kanazawa y otros expertos señalan la necesidad de más medidas estatales como la gratuidad de todas las actividades y materiales escolares o más becas y ayudas sociales, y advierten de que iniciativas ciudadanas como los comedores infantiles “no bastan para frenar la pobreza”.

Antonio Hermosín

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