Creo que una de las escenas interesantes de la película El apostador, donde el protagonista, nieto de un millonario exitoso, cuya hija “se deshizo de su marido” y se dedicó a las frivolidades de su clase social, mientras su hijo apostador experimenta el vacío existencial, al tiempo de dar clases de literatura moderna en una universidad, es cuando menciona al existencialista Camus, que en su obra El extranjero solo descarga 4 de las 5 balas de su pistola en un desconocido... ¿para quién reserva esa quinta bala?... El apostador sabe que para sí mismo.
Es fuerte pero a veces necesario ponerse de cara al tipo de sociedad que estamos dejando con nuestra nueva moral individualista, ecologista, multiculturalista, antipatriarcal y ere eréa, “pero no hay para comer, ¿me entendés?”, como diría Piero.
Está de moda ser complicado, denso pero progre, vestir a los “pobres animales”, mientras se desechan seres humanos con patrocinio de la gente progre; celebrar el cumple en Facebook, manifestar furiosos nuestra indignación en las redes por los malgastos públicos, e irse de farra a cada concierto a tirar espuma cara y beber hasta el desmayo...
Pero lo progre ¿qué es?, ¿de dónde nos llegan sus premisas?, ¿adónde nos llevan?
Habiendo tantos dramas humanos reales y tangibles hasta ciertos parlamentarios se tienen que preocupar de dar la nota progre como la que presentaron algunos pretendiendo desautorizar la postura más digna –quizás la única– del Gobierno ante las presiones progre en la OEA y todo con la pretensión de estos progres de hacer más progre, pero inconstitucional e inhumano, nuestro proceder. Vida, familia y libertad de conciencia no serán temas progre, pero son esenciales porque brillan como diamantes en esta sociedad que se despista a cada rato.
Los padres de nuestra Nación nos han heredado aquellas verdades por las que vale la pena luchar. No serán muy progre, pero es lo que a la mayoría nos interesa, porque tiene que ver con la dignidad de nuestra extraña pero bella condición de seres humanos y nadie tiene derecho a robarnos la posibilidad de ser lo que somos. Ni la OEA y sus activistas progres, ni el Estado, ni las leyes pervertidas que se pasan de la raya tratando de imponernos una moral narcisista y caduca como es la de la ideología de género y el relativismo.
No creo que nuestro golpeado mundo necesite más leyes “progre” que avasallen los tesoros que –como hijos de gente pobre, pero digna– siempre hemos conservado con respeto.
Que El extranjero de Camus y sus descreídos dejen guardada una bala para su autodestrucción, nosotros en Paraguay tenemos todavía sentido común. Descolonicemos nuestra mente.