Hace más de un mes que en los medios no se habla casi de otra cosa que no sea de la universidad y de la educación pública. Hace más de un mes que tenemos jóvenes acampando en sus facultades, colegiales con sentatas bajo la lluvia, ex rectores infartados que gozan de buena salud, fiscales invadiendo dependencias académicas, funcionarias comiendo papeles y un presidente pidiendo que le suban o le bajen el teleprompter mientras intenta empatizar con universitarios en Nueva York.
Ayer en los diarios digitales hubo más gente leyendo el artículo sobre la designación del nuevo rector que los referidos a la victoria de la selección en Venezuela. Los internautas hicieron más comentarios sobre la crisis de la UNA que sobre la incursión de una señorita que promociona su horno en un concurso de baile.
Algo nos pasó y no nos dimos cuenta. Algún conjuro místico nos cambió ese país en el que vivíamos tan cómodamente nuestra mediocridad por otro habitado por una especie peligrosa.
Abdujeron al rebaño abúlico que domesticamos y nos metieron de contrabando estos jóvenes greñudos y urticantes que le encontraron el gusto a reclamar, estos chiquilines irreverentes que en vez de estar en la casa de sus amigotes jugando con la play se quedan sentadotes frente al Ministerio pidiendo más presupuesto para educación.
Mes y medio con 5 o 6 mil paraguayos de entre 12 y 25 años movilizados por algo tan abstracto como la educación. Gritando consignas belicosas, tomándole el pelo a la autoridad, pasando por encima de una historia de cobardía civil, rompiendo décadas de verticalismo institucional.
Por supuesto que hay alguno que otro exceso. Obvio que no todos estamos de acuerdo con el rumbo que toma alguna acción. Lógico que mucho de lo que exigen es materialmente imposible de cumplir, cuanto menos de forma inmediata.
Pero dos cosas son innegables. La primera es que nunca hubo mejor escenario para hacer las reformas de fondo, para dar esos pasos audaces que cambian el curso de la historia de un país.
Y lo segundo, nunca habremos tenido a la vieja clase política tan asustada. Este fenómeno se puede volver a repetir en cualquier momento. Comenzó con una denuncia de corrupción en un diario y acabó con un protegido político tras las rejas y buena parte de la corrupta dirigencia académica descabezada.
¿Cómo reaccionarán la próxima vez que se publiquen los chanchullos de los señores parlamentarios, o de los intendentes o del propio Cartes? ¿Y si estas movilizaciones se convierten a la postre en una orientación de los votos?
Repito, en algún momento de estas cuatro semanas finales nos cambiaron el país. Y no sé usted, pero yo no pienso devolver este.