Hay que estar en Capitán Bado para entender a los badeños. En las internas coloradas ganó un candidato, Denilso Sánchez (Chicharõcito), que tenía una orden de prisión. Pese a estar prófugo, hizo proselitismo sin mayores problemas y se convirtió en intendente municipal por una diferencia inéditamente amplia. La caravana de autos que cerró su campaña electoral fue de las más nutridas que se recuerden en la ciudad. Hasta se dio el lujo de cumplir lo prometido en los afiches: “Su voto vale doble”. Diez días después de las elecciones municipales su hermano, Carlos Rubén (Chicharõ) Sánchez, abandonó la cárcel de Tacumbú, donde estaba por la acusación de lavado de dinero ligado al narcotráfico y fue beneficiado con el arresto domiciliario.
La prensa asuncena se interrogaba cómo haría Denilso, procesado en la misma causa de su hermano, para asumir la Intendencia siendo que lo buscaba la Policía. En Capitán Bado una pregunta tan ingenua ni siquiera merecería una respuesta. Denilso lo arreglaría de alguna manera. Lo seguro es que nada impediría que asuma.
La ceremonia de juramento del flamante intendente se realizó con la mayor normalidad frente a los doce concejales electos. Denilso posó sonriente para las cámaras celulares de los presentes que procedieron a levantar las fotos al Facebook y a desearle éxitos a su gestión. El principal dirigente de su movimiento, el diputado Óscar Tuma, lo felicitó efusivamente en su cuenta personal.
Del emotivo acto no participaron representantes de la Policía Nacional, ni de la Fiscalía, ni del Tribunal Electoral, ni de la Senad, ni de la Justicia Ordinaria. Para ser honestos, sí hubo algunos policías, pero eran escoltas del nuevo intendente.
Minutos después Denilso recordó que era un prófugo con orden de captura y procedió a despedirse amablemente de los concejales y amigos presentes.. Si bien Denilso está oficialmente con paradero desconocido, los badeños no tienen dudas que verificará personalmente las obras de progreso que anunció realizará en la ciudad. Las autoridades policiales y judiciales dirán que lo buscan pero no lo encuentran, y la vida en Bado seguirá su curso normal. Hay que estar allí para entenderlo.
Hasta aquí este relato parecería un cuentito de tono surrealista. Lo malo es que no tiene una pizca de ficción. No solo lo relatado se apega a la verdad sino que también ocurre en otros pueblos y ciudades del Paraguay.
Narcopolítica también existe en México y otros países. Existe pese a las instituciones del Estado. En Paraguay estamos más adelantados: existe con el apoyo del Estado. No detenta territorios arrebatados al Estado. Es el Estado el que los libera para servir mejor a los narcos.