Demasiado lejos de los principios que inspiraron a los grandes líderes republicanos del pasado, como un Ignacio Alberto Pane, Ricardo Brugada y Telémaco Silvera, se encuentran los dos principales candidatos a presidir el Partido Colorado, Pedro Alliana y Mario Abdo Benítez. Ninguno explicó aún a la opinión pública o a su propia platea partidaria interna qué renovación estructural o doctrinal ofrecerá si llega a la presidencia de la ANR.
El debate se agota en lo de siempre: denuestos y descalificaciones personales. Ningún intercambio ideológico ni formulación de idearios o explicación de cuáles son los valores que impulsarán su acción política.
Es más, antes que representar la renovación que era de esperarse por su relativa juventud, ambos están profundamente vinculados con un pasado dictatorial. Marito Abdo, hijo del secretario privado de Stroessner, se reunió recientemente con “históricos” del partido, muchos de los cuales lo son más bien por una cuestión meramente biológica antes que por haber impulsado en el pasado medidas que propiciaran la defensa del bien común y el anhelado desarrollo económico y social de la población.
Por su parte, Alliana prometió servir de trampolín a los intereses de sus correligionarios. En síntesis, mantener intacto el viejo modelo prebendarista que llevó a su partido a ejercer la hegemonía política del país durante seis décadas y media, pero que nada tiene que ver con la activación de políticas públicas destinadas a sacar al Paraguay del atraso y la pobreza, poniéndolo al día, cuando menos, de las conquistas sociales alcanzadas por los demás países de la región, como Chile, Uruguay, Argentina y Brasil.
Deberían tomar el ejemplo dado a comienzos del siglo XX por un Ignacio A. Pane, el primer legislador que propuso la jornada laboral de 8 horas para los trabajadores. Cuando Bernardino Caballero le solicitó su afiliación al Partido Republicano, le impuso condiciones como la necesidad de “desterrar los pactos vergonzosos que no aprovechan sino a dos o tres individuos”, así como interesar al pueblo con cuestiones prácticas, “en vez de consagrarse a la pesca de empleo o ubicaciones presupuestarias en beneficio de una minoría de correligionarios”.
En su Credo Republicano, hablaba de un partido con fuerte énfasis en lo social. “En efecto, nuestro programa nos exige conseguir autonomía individual y reforma de la legislación fundamental teniendo en cuenta el mejoramiento de los obreros, de los eternos parias, de los que van a dar todos los días sus energías musculares y algunas veces hasta su sangre y su vida, para que otros sean los que disfruten del apetecido bienestar o felicidad”.
Este es el tipo de intercambio ideológico que los colorados de hoy merecerían presenciar en vez del triste espectáculo de luchas intestinas y promoción del clientelismo que hoy por hoy ofrecen, en igual medida, los candidatos Alliana y Abdo Benítez.