Que una modelo, animadores de televisión y otras personas conocidas por su exposición mediática se postulen para ocupar un cargo electivo a partir del próximo gobierno que se elegirá el año que viene genera debate y abre varias aristas.
Algunos lo toman de manera positiva, como un ejercicio de pluralismo, principio democrático que permite que pueda haber todo tipo de candidaturas. Resaltan que la política no es una actividad reservada exclusivamente a las organizaciones políticas (partidos, movimientos, colaciones) y a los políticos de vocación.
Otros, menos ambiciosos en sus expectativas, y posiblemente hartos de los personajes que desvirtuaron y tuercen los objetivos nobles de la política, otorgan el beneficio de la duda a quienes, siendo ajenos al ámbito de la política, deciden iniciarse en esta apuntando directamente a un cargo. Los que reflexionan así son los que creen que hace falta renovar y probar con otros personajes que no surjan de los desgastados partidos políticos. No entran a tallar en el oficio que desempeñan los aspirantes, ni en la trayectoria o en aspectos como la militancia social, las ideas, pensamientos e intervenciones públicas sobre asuntos de interés general. O en la honestidad, activismo ciudadano y “musculatura” democrática.
Desde esta perspectiva de resignación casi, lo que cuenta es probar con “nuevas piezas”. Por ahí funcionan y dan la sorpresa. Es como un reto al azar; como decir que nada podría ser peor a lo que ya hemos conocido y padecido con los políticos y pseudo políticos.
Entre las opiniones sobre el tema, también está la de aquellos que se hallan convencidos de que para ser gobernador, senador, diputado o presidente de la República, lo importante es contar con padrinos económicos y políticos, y tener cintura para negociar. Conocer al pueblo, pensar en él y trazar planes en función a él, es una cuestión aleatoria y podría darse, creen, durante la presente campaña electoral.
Si todo se redujera a ver el hecho así, no habría de qué preocuparse demasiado.
Sin embargo, existen otros puntos: el fenómeno es una reacción al fracaso de los propios partidos políticos que descuidaron la formación de nuevos y mejores cuadros. Una suerte de autoatentado. Como consecuencia, hoy se ven obligados a buscar relevos en otros terrenos y perfiles que, por cierto, no garantizan en absoluto la calidad en las ofertas electorales, puesto que se nivela para abajo, no se cualifica la política.
Al incorporar personas sin experiencia, vocación de servicio conocida, y sin trayectoria, la administración del Estado corre serio riesgo. Es más factible que el país sufra un retroceso.
Cuánto más se trivialice la calidad de las candidaturas, ya sea con políticos de baja estofa o con personajes sin credenciales de servicio y lucha a favor de los demás, las posibilidades de cambios se tornan mucho más distantes.